Villamardones (Alava)

A 900 metros de altitud al pie de las paredes rocosas del monte Vallegrull se sitúa el despoblado de Villamardones en el interior del parque natural de Valderejo. Lugar del que formó parte del municipio hasta 1967 con los pueblos de Lalastra, Lahoz y Ribera. A partir de dicho año pasaron a pertenecer al ayuntamiento de Valdegovía.
Alrededor de ocho casas conformaron el pueblo en sus años de plenitud quedando reducidas a cuatro las que aguantaron abiertas en las últimas décadas de vida del pueblo. Una veintena de habitantes residieron en el pueblo hasta el final.
Tuvieron luz eléctrica en las casas desde los años 40.
Padecían unos inviernos muy severos con abundantes nevadas donde se quedaban incomunicados, no podían sacar el ganado a pastar y lo tenían que tener estabulado durante muchos días.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, cebada y avena. Había molino en el pueblo junto al río Purón, pero solo era para los animales, para moler el trigo para el pan iban a los molinos de San Zadornil o al de San Millán de San Zadornil en la provincia de Burgos.
Cada casa tenía su horno para hacer el pan.
La oveja era el punto fuerte en la ganadería, aunque tampoco faltaban las vacas y las cabras. Los corderos venía un tratante de Vitoria a comprarlos. De los terneros se encargaba uno que venía desde el pueblo de Sojo y otro tratante de cerdos llegaba desde Villanueva de Valdegovía.
No faltaban a la feria de ganado que se celebraba a primeros de septiembre en la campa del Santuario de Nuestra Señora de Angosto ubicado en las cercanías del pueblo de Villanañe.
Con menor asiduidad también acudían a la feria que se celebraba en el valle de Losa burgalés, en el pueblo de Quincoces de Yuso.
Era costumbre matar un cerdo al año en cada casa. En algunas eran dos los animales sacrificados.
Liebres y perdices suponían un aporte extra para las cocinas una vez que los aficionados a la caza dieran buena cuenta de su puntería.

Anderejo
El Cubo
Fuente Tomanillo
Hayal de Villamardones
Las Torcas
Los Llanos
Senda de San Lorenzo
Somonte
Vallegrull

**Son algunos topónimos de lugares comunes de Villamardones que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**


Durante años hubo dos curas residentes en Lalastra, cabecera del ayuntamiento de Valderejo. Uno se encargaba de los oficios religiosos en Lalastra y Lahoz y el otro tenía a su cargo los pueblos de Villamardones y Ribera. Mientras que se dio esta situación se celebraba misa todos los domingos en la iglesia de Villamardones. Con el tiempo se suprimió un sacerdote y solo quedó uno para los cuatro pueblos del valle y con ello las misas dominicales se espaciaron más en el tiempo, en ocasiones era una vez al mes. Don Pedro estuvo en 1953 oficiando los actos religiosos para los cuatro pueblos del valle durante unos años.
El médico venía desde el pueblo de Bóveda montado en una moto cuando la situación lo requería y había que visitar un enfermo.
Había cartero en Villamardones, en la persona de Miguel Ortiz. Iba a San Millán de San Zadornil a recoger la correspondencia y luego la repartía en su pueblo y en Ribera. En caballería, en bicicleta y a lo último en moto fueron los medios que utilizaba para los desplazamientos.
No había escuela en Villamardones y así los niños en edad escolar tenían que recorrer diariamente un kilómetro y medio para asistir a la de Lalastra.

Sus fiestas patronales eran el 24 de junio para San Juan. No faltaba la gente del resto de los pueblos del valle así como gente joven de los pueblos de la jurisdicción de San Zadornil.
Era costumbre matar una oveja vieja o un cordero en cada casa.
El baile se realizaba en una era amenizado por un acordeonista de Amurrio.
El 10 de agosto era el día grande para las gentes de Valderejo. Subían en romería hasta la ermita de San Lorenzo desde los cuatro pueblos donde se juntaban con gentes de pueblos burgaleses vecinos. Allí celebraban una misa, una comida campestre, una rifa de quesos y un poco de baile, regresando por la tarde cada uno a su pueblo.
En años de poca lluvia se subía en primavera haciendo rogativas hasta la ermita para pedirle agua a San Lorenzo.

Algún vendedor ambulante se dejaba ver por Villamardones ofreciendo su mercancía: arenques, bacalao, azúcar, arroz...
Para realizar compras se desplazaban hasta el pueblo de San Millán de San Zadornil donde había varios comercios.
Los juegos de bolos (de gran arraigo en Valderejo) y las partidas de cartas suponían el entretenimiento en los escasos ratos de ocio.

A pesar de contar con algunos avances como carretera, luz eléctrica e incluso una trilladora para las labores del campo la vida en Villamardones era muy dura. Estaban faltos de otros servicios, el clima era muy severo, el campo ya no daba más de si y la gente tenía ganas de probar otro modo de vida en las ciudades. En marzo de 1958 las cuatro familias que quedaban viviendo en el pueblo se fueron a la vez a Vitoria. Ello fue debido a que el pueblo lo compró el Secretariado Social Diocesano de Vitoria con la idea de instalar allí una granja para tener suficientes recursos con los que abastecer a las gentes que en aquellos años llegaban a la capital alavesa. A cambio de la compra a las gentes de Villamardones les dieron casa y trabajo. Así se puso punto final a la presencia humana ininterrumpida durante siglos en este pequeño pueblo del valle de Valderejo. Durante unos años funcionó la citada granja pero al final el silencio y la soledad se instalaron de forma permanente en Villamardones.

Visita realizada en noviembre de 2023.

Fuentes de información:
-Testimonios de Xavier Ortiz, antiguo vecino de Villamardones en diferentes medios de comunicación de Euskadi.
-Vecino de Lalastra (conversación mantenida a la puerta de su casa).
-"La ganadería y el pastoreo actualmente y a principios de siglo en Valderejo", documento digital escrito por Xavier Ortiz para la sociedad Eusko Folklore.
-Paneles informativos en diversos puntos de Valderejo.


Punto y aparte. En esta fresca mañana otoñal de 2023 llego hasta el pueblo de Lalastra, centro neurálgico del parque de Valderejo para visitar los dos despoblados que hay en el valle: Ribera y Villamardones. Primero haré la visita a este último, más cercano y mejor comunicado, dejando para la tarde la visita a Ribera. El camino es suave, entre abundante vegetación a ambos lados, en algunos tramos hay restos del asfalto que un día permitió a los vehículos a motor llegar hasta Villamardones. Al coronar un pequeño repecho ya se tiene vista al valle por donde discurre el río Purón y aparece la visión del pueblo entre una densa masa forestal. Ya se intuye un lugar en estado muy ruinoso, apenas sobresalen visibles algunos restos de edificaciones entre la vegetación. Bonita panorámica con los colores del otoño y las paredes rocosas de Vallegrull. Un letrero señaliza un desvío al molino de Lalastra. Me acerco a verlo. Es pequeño pero está rehabilitado, en buen estado. Salgo otra vez al camino y me dirijo a Villamardones. Ya queda poco, son visibles sus ruinas en casi todo momento. Al entrar en el pueblo ya las primeras edificaciones me muestran lo que voy a ver y el estado en que se encuentra todo el pueblo. Un mojón kilométrico llama mi atención. Paredes con los muros a medio caer, a duras penas se distinguen los que fueron viviendas. Me acerco a ver el solitario transformador de la luz pero no puedo llegar hasta él, la vegetación lo impide, me conformo con verlo a unos metros. Vuelvo para el pueblo, encamino mis pasos hasta la iglesia. Un centenario tejo se sitúa en el centro y antecediendo al templo. Un panel informativo da explicaciones sobre este singular árbol. Contemplo la iglesia al exterior, robusta en sus paredes pero sin pórtico, ni tejado ni espadaña. Entro a su interior, salvo vegetación nada de interés, toca hacer trabajar la imaginación para poner en su sitio donde estuviera el altar mayor, la sacristía, el coro, la pila bautismal...
Salgo para fuera y contemplo la entrada del cementerio, el dintel coronado por una cruz se ha vencido y muestra la huella de la derrota frente al olvido y el abandono. Me llama la atención por la tristeza que emana esa piedra caída. Contorneo el templo para verlo por todos sus lados. Bajo otra vez para las escasas edificaciones que sobreviven. Al final de una calle un edificio llama mi atención, parece ser un silo para almacenar forraje, es curioso, de color blanco y forma cilíndrica. Desentona un poco entre el resto de construcciones. No sé si sería originario del pueblo o fue creado para la granja que posteriormente hubo en Villamardones. Retrocedo nuevamente y por una calle llego hasta la fuente. Bonita. En algunas publicaciones de internet había leído que hace unos años se había recuperado la fuente de Villamardones por parte de jóvenes dentro del Campo de Voluntariado del Gobierno Vasco. Los años pasan y si no hay mantenimiento la fuente lleva camino de volver a su situación pasada. El olvido y la dejadez van apareciendo nuevamente y la vegetación se va haciendo fuerte por lo que en poco tiempo la fuente volverá a no ser visible engullida por la maleza. Cerca de allí una casa llama mi atención, es la que mejor se encuentra (por decir algo) es todavía reconocible la fachada de la casa, aunque imposible de entrar a su interior. Por aquí ya no hay más que ver, vuelvo mis pasos hacia atrás. Bajo un poco por donde estaban las eras y contemplo una panorámica del pueblo, apenas visible nada. Me sitúo otra vez en la calle de abajo. Dudo mucho en si subir a la ermita de San Lorenzo. He visto el camino que partía desde la iglesia. Son cuarenta y cinco minutos. Sopeso la situación y decido no subir a San Lorenzo. Los días en esta época del año son cortos y todavía me queda una larga caminata hasta el pueblo de Ribera, más el cercano desfiladero del río Purón, con lo cual no me daría tiempo a ver la ermita, el despoblado y el angosto cauce del río entre Ribera y Herrán antes de que se hiciera de noche (decisión acertada porque pude contemplar con luz de día el pueblo de Ribera pero el camino de vuelta a Lalastra ya hice un buen tramo con la luz de la luna). Para otra ocasión quedará si se da la ocasión subir a contemplar la ermita donde un día al año aún se reúnen las gentes del contorno para honrar al patrón de Valderejo. Precisamente estando en esas cavilaciones baja una pareja joven de origen francés con un niño de corta edad por el camino de San Lorenzo, no se detienen en Villamardones y continúan camino hacia Lalastra.
Doy una pequeña vuelta por las calles de Villamardones por si me hubiera perdido algún detalle de interés. Incluso acabo nuevamente en la explanada de la iglesia, pero creo que la visita al pueblo ya va tocando a su fin. Así que cojo el camino de salida que me llevará en un pequeño paseo hasta el pueblo de Lalastra donde cogeré otro camino para dirigirme al despoblado de Ribera. Según voy caminando echo algunas miradas para atrás para contemplar el paisaje. Pienso que he llegado tarde para conocer uno de los escasos pueblos deshabitados que tiene el País Vasco. El pueblo ya está en muy mal estado. Veinte o treinta años atrás también estaría mal pero seguramente que mejor que ahora. He tenido ocasión de contemplar alguna fotografía antigua de Villamardones en internet y tuvo que ser un pueblo la mar de pintoresco.


Vista lejana de Villamardones desde el camino que va de Lalastra a Ribera. Las escasas edificaciones cada vez más mermadas se mimetizan con la vegetación.



Mojón Kilométrico. "A Vitoria 56 km". Recuerdo visible de cuando a Villamardones llegó la carretera (en 1940).



Llegando a Villamardones.




Vivienda. Las primeras edificaciones ya son un anticipo de lo que nos vamos a encontrar en nuestro deambular por el pueblo.



Vista parcial de Villamardones desde las eras.




Iglesia de Santa María (en otros sitios la citan como Nuestra Señora del Valle). Por este lado se situaba la espadaña que fue trasladada al santuario de Nuestra Señora de Angosto.



Fachada de la iglesia por su lado oeste con el cementerio anexo.



Interior del templo.




Interior del templo.




Calle de Villamardones.




Ruinas. Paredes caídas, ausencia de tejados, vegetación recuperando el terreno que un día fue suyo...



Calle de Villamardones.




La huella de la derrota. Las edificaciones menguan, la vegetación gana espacio.



La casa de Juana Vadillo y Miguel Ortiz (natural de Lalastra). Tuvieron siete hijos. La emigración los llevó a Vitoria. Fue de las últimas casas en cerrarse en Villamardones.



La fuente y el abrevadero de Villamardones.




Transformador de la luz. La electricidad llegó al pueblo en 1944. En invierno se quedaban en muchas ocasiones sin luz debido al derribo de algún poste de tensión por la climatología adversa y hasta que vinieran a repararlo transcurría un tiempo y mientras tanto tenían que volver a la luz de los candiles, velas, linternas o cualquier otro medio de antaño.

8 comentarios:

  1. Roberto Tartaj Marchlunes, 18 diciembre, 2023

    Hola de nuevo Faustino,por lo que se vé de los restos de ese pueblo semicamuflado por la vegetación ,lo único que queda en pié es ese mojón kilométrico,ni la Iglesia o lo que queda de ella ha sido respetada por el paso del tiempo,es lo que ocurre en esas pequeñas poblaciones que antaño estuvieron llenos de vida y ahora no queda más que el recuerdo, y es que las duras condiciones que sufrían hicieron que sus habitantes se tuvieran que buscar unas mejores condiciones de vida,como siempre nos ofreces un estupendo y detallado reportaje Faustino,te deseo que pases unas felices fiestas navideñas y un próspero año nuevo un abrazo.

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    1. Hola Roberto. Pues si, el mismo mal endémico que se repite constantemente. La vida era muy dura en estos lugares y el progreso no llegaba (o lo hacia con cuentagotas). Es de lógica que la gente se marchara buscando mejores condiciones de vida.
      Poco queda ya de Villamardones, simplemente detalles: iglesia, cementerio, fuente, edificaciones ruinosas y casi irreconocibles. Un pueblo que va camino de la nada.
      Gracias Roberto por tus buenos deseos navideños. Te lo hago recíproco también a ti. Y gracias una vez más por estar siempre ahí.
      Un abrazo.

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  2. Me ha sorprendido el mal estado del pueblo en tan pocos años. Supongo que el clima frío y lluvioso ha influido mucho. Cuando ceden los tejados el agua se infiltra y empieza a socavar los muros. El lugar es muy bello. Como comentas es una lástima no haberlo podido ver hace 20 o 30 años. Y también es un poco triste la historia de su abandono. Un abrazo.

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    1. Las condiciones climatológicas adversas y los años de abandono y olvido influyeron en el mal estado actual del pueblo pero según cuentan también influyó la mano del hombre por medio de algún incendio fortuito/intencionado en algunas edificaciones para que quedaran reducidas casi a escombros y así las vacas no tuvieran peligro al guarecerse en su interior.
      El paraje donde está ubicado Villamardones es bellísimo. Es lo que queda del lugar, del pueblo en pocos años solo los recuerdos.
      Un abrazo.

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  3. De verdad que, con tanto frío y los problemas de la planta generadora, no había caso que emigrar. Es triste pero era lo senzato

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    1. Los inconvenientes superaban a las comodidades, así que si esta situación no se revertía lo más lógico era buscar otros lugares donde tuvieran mejores condiciones de vida.
      Un cordial saludo.

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  4. Muy buen artículo Faustino. Me llama la atencion que haya pocos despoblados por País Vasco

    Mariano Valderrama Baca

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    1. Gracias Mariano. Me alegra que te haya gustado.
      El País Vasco es un "rara avis" dentro de lo que es la despoblación en España. En Guipúzcoa y Vizcaya no existen poblaciones deshabitadas y en Alava son contadas con los dedos de una mano.
      El hábitat poblacional es diferente al de otros muchos lugares. No se da la abundancia de aldeas pequeñas como en el resto del país.
      Por lo general (salvo alguna excepción) su territorio se compone de pueblos relativamente grandes o caseríos unifamiliares.
      Un cordial saludo.

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