Valdelagua (Guadalajara)


Claro ejemplo de pueblo deshabitado, pero no abandonado. No tiene población estable, pero en verano cuenta con una cada vez más numerosa ocupación, entrando después en un letargo invernal donde el pueblo se sumerge en un silencio solo roto por la ocasional visita de alguno de sus moradores en fin de semana.
Valdelagua se encuentra en la comarca de La Alcarria, situado en el fondo de un angosto barranco, atravesado por un arroyo que divide el caserío en dos.

Alto de las Arenas
Barranco de Gualda
Barranco de la Perdiz
Barranco de Pumarejos
Blanquizar
Cerrillo Cizo
Cerro de la Horca
Cerro de la Mata Alta
Cerro de las Peñas
Cerro del Estepar
Cruz del Val
Cuesta del Husillo
El Palomar
El Pino
El Pumarejo
La Cerca
La Hoya
Llano del Rubial
Peña Jaraiz
Peña de la Arena
Peña del Cuervo
Valdedurón
Vallejo de las Huertas
Viña Grande

**Son algunos toponimos de lugares comunes de Valdelagua que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**


Llegó a contar con cuarenta viviendas divididas en dos barrios.
Sus campos se cultivaban de avena, trigo y cebada principalmente.
Llevaban a moler el grano a la fabrica de harina de Budia.
Había un horno comunitario para hacer el pan.
Contaban con numerosos olivos de los que sacaban buenas producciones de aceite (para consumo propio y para vender en Budia).
Tenían viñas y numerosos árboles frutales con bastante cantidad de ciruelos, además de tener buen número de colmenas para elaborar la miel tan conocida de la comarca alcarreña.
En la ganadería era la oveja el animal predominante.
En sus montes abundaba el conejo, la liebre y la perdiz lo que suponía un buen reclamo para los aficionados a la caza.
Para hacer compras se desplazaban a Budia donde llegó a haber cuatro comercios en sus tiempos.

El cura venía desde Budia para los oficios religiosos.
Del mismo pueblo llegaba el médico para visitar a algún enfermo de gravedad.
El cartero aparecía por el pueblo haciendo el recorrido desde Trillo para traer la correspondencia.

Las fiestas eran el 8 de diciembre para la Inmaculada Concepción. La noche anterior se encendían grandes hogueras por todo el pueblo, haciéndose el día de la fiesta una misa y una procesión por las calles.
Se acostumbraba a matar un cordero en cada casa para atender a familiares y allegados.
Por la tarde se celebraba juego de bolos, quedando para la noche el baile en la plaza con la música que sonaba con el organillo procedente del pueblo de El Olivar. Algunos años la música era amenizada por dos hijos del pueblo al son de violín (Bernardino) y guitarra (Ambrosio) para hacer bailar a todos los presentes.

Ante la falta de servicios básicos y las malas comunicaciones (solo había caminos de caballería) la gente emigró principalmente a Guadalajara y Madrid en busca de otra alternativa de vida.
Juan García fue el último de Valdelagua. Durante años tuvo por único vecino a Fausto Fernández. Este falleció en el pueblo y Juan se fue con unos familiares a Guadalajara.
El pueblo se quedó completamente vacío en el año 1969.
Afortunadamente en la década de los 80 y los 90 gracias al empeño de los que se fueron y sus descendientes empezaron a rehabilitarse viviendas y edificios comunales en un gran trabajo de restauración procurando respetar la antigua fisonomía del pueblo y a abordar una serie de infraestructuras como el asfaltado de la carretera, la acometida de luz, alcantarillado y alumbrado público. Se recuperó la fiesta del pueblo realizándola en el mes de julio. Crearon para ello la Asociación de Vecinos y Amigos de Valdelagua con lo que el pueblo se ha salvado de ser uno de tantos que han caído en el saco del abandono y del olvido en la geografía española.

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Informantes: Antiguos vecinos de Valdelagua (Conversación personal mantenida a la puerta de su casa en 2009).

Visitas realizadas en febrero de 1996, febrero de 2009 y marzo de 2023.


Punto y aparte. Es mi tercera visita a Valdelagua en esta mañana de la temporada invernal que esta a punto de finalizar. Las tres veces la visita ha sido conjunta con la realizada a Picazo. Así que después de visitar aquel pueblo aparezco por Valdelagua. Mientras que Picazo va a menos, Valdelagua va a más. Han llevado suerte dispar. Aquí los hijos del pueblo han estado bien atentos para no dejarlo caer en el olvido. Si en el año 1996 no vi ni un alma por sus calles, en 2009 me encontré solamente con un matrimonio de edad avanzada que estaba pasando allí unos días, en este año de 2023 me encuentro multitud de gente por sus calles. Nada más llegar ya veo coches aparcados en diversos lugares así como gente que se mueve de un lado a otro, entran y salen de sus casas. Me extraña tanto movimiento. No suele darse el caso de que tanta gente venga a pasar el fin de semana simplemente. Cuando llego junto a la fuente y la casa Grande tengo ocasión de hablar con la primera persona que me encuentro y que según me dice está esperando a un familiar y al ver venir el coche pensaba que era yo. Enseguida me saca de mis dudas de ver tanto movimiento de gente. Van a realizar la comida mensual que hacen las gentes de la Asociación. Una vez al mes se reúnen los hijos del pueblo y descendientes y hacen una comida de confraternización. Una paella es lo que va a tocar en esta ocasión. Damos la vuelta a la casa Grande y por el otro lado veo más gente con los preparativos de la comida. Alrededor de una treintena de personas me comentan que se llegan a juntar. Llega más gente al pueblo en ese momento. Se saludan unos con otros. Permanezco en un segundo plano. Hablo brevemente con alguno de ellos y decido despedirme, la gente hoy tiene faena y no pueden estar a entretenerse mucho. Bajo por la calle hasta la ermita. Veo que las infraestructuras van a más porque contemplo ya bastantes calles pavimentadas. Subo hasta la iglesia. En posición dominante sobre el pueblo. Ahí sigue en su estado de ruina pero con los cuatro muros y la espadaña todavía en pie. Han puesto un candado y no se puede acceder al interior. Han hecho bien porque era un peligro con tanta viga caída. La contorneo, subo hasta un montículo desde donde contemplo el templo y prácticamente casi todo el pueblo de Valdelagua, con su caserío dividido en dos por el río. En el otro barrio contemplo a lo lejos una persona joven que va paseando un perro y se aleja del pueblo en dirección a donde estaban las eras. Bajo de mi atalaya y continuo transitando por la calle alta. Se oye conversación de unas mujeres en una de las viviendas. Una sale con unos recipientes en ese momento pero no me ve. Sigo hasta que llego hasta donde está situado el transformador. Bajo por este lado y aparezco por la casa Grande nuevamente pero por el lado contrario a donde están las gentes con los preparativos. Prefiero no dejarme ver mucho más porque no quiero importunarles con mi presencia. Aún así me cruzo con otra persona (es inevitable habiendo tanta gente). Conversación trivial, me comenta que él no es nacido en Valdelagua, que lo es su señora. Estamos un par de minutos conversando y nos despedimos, él se dirige al lugar de reunión y yo me dispongo a ver el otro barrio. En una casa están haciendo obra. Paso junto a la remozada bolera. Me encamino por una calle en ligera pendiente hasta donde se encuentran situadas las bodegas donde guardaban el vino. Me asomo al interior de alguna de ellas, todavía hay tinajas por allí. Una gran obra arquitectónica estas cuevas horadadas en la tierra. Sigo hasta el final, donde ya no hay más edificaciones. Contemplo Valdelagua desde aquí. Otra panorámica distinta. Se ven varias casas arregladas. La persona que había visto anteriormente desde lejos paseando con el perro se cruza en ese momento conmigo. Un agradable saludo por su parte y baja para el pueblo. Yo me quedo unos minutos más aquí contemplando el paisaje. La iglesia, la ermita, las casas...
Bajo para el pueblo nuevamente, me meto por callejas de esta parte alta del pueblo. Por aquí hay menos vida. Las edificaciones están en buen estado pero sin signo de estar habitadas ni mantenidas. Bajo por una calle y me encuentro a un grupo de personas que se están saludando unos con otros. Son todos familia según parece, unos acaban de llegar. Los saludo y entablo una tibia conversación con uno de ellos. Me comenta algunos detalles del pueblo y de la reunión. Alguien le reclama desde el interior de la vivienda y damos por terminada la conversación. Así como pienso que también tengo que dar por terminada esta tercera visita a Valdelagua. Llego otra vez a la entrada del pueblo. Contemplo un poco a distancia el molino aceitero, otra de las joyas arquitectónicas del pueblo que si nadie lo remedía tiene un futuro incierto por encontrarse en estado de ruina. Contemplo Valdelagua por última vez. La visita toca a su fin. Hoy había personal para haber mantenido conversación con los nativos del pueblo como a mi me gusta hacer en todos los lugares que visito pero entiendo que hoy no era el día adecuado para ello. Según me voy alejando del pueblo camino de Brihuega pienso en las gentes de Valdelagua que seguirán con los preparativos de la paella y que dentro de un par de horas darán buena cuenta de ella en sosegada armonía y confraternización. Una bonita manera de mantener el vinculo con el pueblo que un día les vio nacer.


PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Año 1996. Vista panorámica de Valdelagua.




Año 2023. Vista parcial de Valdelagua con la iglesia en lo más alto y la ermita en la parte baja a la derecha.



Año 2023. Entrando en Valdelagua.




Año 2009. La Casa Grande, rehabilitada como centro social del pueblo, estando a su vera la fuente y el lavadero.



Año 2009. La escuela de Valdelagua a la derecha de la imagen. Acudían a ella también los niños de Picazo.
Don Inocencio y posteriormente su hija doña Vicenta impartieron enseñanza aquí.



Año 2009. Calle Mayor.




Año 2009. La iglesia parroquial de la Ascensión.




Año 2009. Interior de la iglesia.




Año 2009. Vista del pueblo desde la puerta de la iglesia.




Año 2009. Ermita de la Purísima.




Año 2009. Los chopos hacen de cortina entre los dos barrios.




Año 2009. Vivienda y pajar.




Año 2009. La fragua.




Año 2009. Calle Real.




Año 2009. Calle de Valdelagua.




Año 2009. La casa de la maestra.




Año 2009. Bonito rincón.




Año 2009. La iglesia en posición dominante vista desde el otro barrio.



Año 2009. Confluencia de calles.




Año 2023. Horno comunitario.




Año 2009. El campo de bolos recuperado.




Año 2023. Cuevas donde se encubaba y almacenaba el vino en tinajas.



Año 2009. La antigua fuente de Valdelagua.




Año 2009. Molino de aceite.

Los Montes de la Ermita (León)

Los Montes de la Ermita es un bellísimo pueblo colgado de la ladera en las estribaciones de la sierra de Gistreo. Situado a gran altitud (1280 metros), padeciendo unos inviernos con mucha nieve y malas comunicaciones, lo que le hacía estar bastante aislado de los pueblos más bajos.
Se componía de unas cuarenta viviendas cuyos habitantes vivían de la ganadería (ovejas, cabras y vacas) y de la agricultura (centeno).

El cura y el médico subían de Igüeña a pie o a caballo.
El cartero residía en el pueblo: bajaba por las mañanas a Igüeña a recoger la correspondencia y la repartía para tres pueblos: Colinas del Campo, Urdiales de Colinas y Los Montes de la Ermita.
Para hacer compras se desplazaban hasta el pueblo de Igüeña.

Las fiestas eran en septiembre realizándose una misa, a continuación se sacaba la virgen en procesión a cargo de las mozas solteras. Por la tarde se hacia el campeonato de bolos y una tradición que ha pervivido hasta la actualidad llamada la ronda de las bodegas, que consistía en que en varias casas se sacaba a la puerta una mesa con unos pinchos, dulces o un tentempié para todos los transeúntes que pasaran por allí. Por la noche se realizaba el baile que normalmente solía ser amenizado por el acordeonista de Igüeña.
La fiesta nunca dejó de celebrarse, ni aun cuando el pueblo quedó completamente deshabitado, en la actualidad se ha pasado al tercer fin de semana de agosto.

El pueblo quedó vacío en el año 1981, cuando marcharon los últimos vecinos que quedaban: Manuel y Pepe, dos hermanos solteros que después de haber estado viviendo dos años completamente solos en el pueblo, se fueron con unos familiares al pueblo de Vivero en la comarca de Las Omañas y cerraron el ultimo residuo de vida en los Montes.
A partir de esa fecha se produjo una autentica rapiña en las casas y en la iglesia.
La gente marchó sobre todo a Igüeña, algunos a Bembibre y una o dos familias a Madrid.
El motivo principal del abandono fue porque la gente en la década de los 50 y los 60 empezó a trabajar en las minas de carbón de Igüeña y tenían que hacer costosos desplazamientos a pie o en bicicleta por malos caminos y con mala climatología, por lo que la gente decidió irse a vivir a Igüeña para estar más cerca del trabajo, aparte también de las nulas infraestructuras que poseía el pueblo y lo aislado que se encontraba.

Desde hace unos años se han rehabilitado varías viviendas y se ha creado la asociación de amigos de Los Montes de la Ermita que está llevando a cabo una labor entusiasta y con mucha vitalidad de la recuperación del pueblo. Se ha restaurado la iglesia y la escuela, se ha arreglado el camino de acceso, se ha acondicionado la explanada de entrada al pueblo, donde se realiza el baile y otras actividades, y tienen en proyecto varias ideas más.
Un pueblo bucólico para estar en contacto con la naturaleza (está rodeado de gran cantidad de arboles: robles, nogales y cerezos mayormente) y sirve de punto de partida para los aficionados al senderismo que suben al Catoute (el pico más alto del Bierzo).

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Informante: Antiguo vecino de Los Montes de la Ermita (Conversación personal mantenida en su casa de Los Montes)

Visitas realizadas en septiembre de 1995, julio de 2009 y abril de 2023.

Punto y aparte. Me cautivó Los Montes en 1995, me volvió a embelesar en 2009 y en 2023 he vuelto a sentir las mismas sensaciones que las dos primeras visitas. Un pueblo de cuento, mágico, de postal. La vida sería muy dura antiguamente, eso nadie lo duda viendo su ubicación, el terreno y la lejanía de todo pero los que lo visitamos ahora lo vemos con otros ojos. Los ojos de los que solo vemos belleza en estos lugares dormidos, silenciosos. Porque Los Montes es bonito en todo, en su nombre, en su vista panorámica, en su entramado urbano y en su arquitectura popular.
En esta mañana primaveral en que ando por el Bierzo me decido a hacer una nueva visita a este recóndito pueblo berciano. Quiero ver los cambios que se han producido en relación a mis anteriores visitas. Como en las veces precedentes hago una parada unos centenares de metros antes de llegar al pueblo desde donde se divisa una buena panorámica de Los Montes. Hermosa visión del conjunto de casas agarradas a la ladera del monte. El color negro de las casas contrasta con el verde de la vegetación. Para el que llegue aquí por primera vez y contemple esta vista lejana del pueblo ya tiene un anticipo de que va a disfrutar de un lugar hermoso. Agreste, rústico, muy bien cuidado y en armonía con la naturaleza que le rodea.
Llego hasta la explanada de entrada al pueblo. Un merendero donde antes no habia da señal de que el pueblo sigue en su lucha denodada por no caer en los abismos del olvido. Entro por su calle bajera y salvo alguna casa arreglada es donde me encuentro la peor versión de Los Montes. Pero es solo un caso aislado porque enseguida viviendas rehabilitadas con gusto exquisito y procurando no alterar mucho la arquitectura autóctona van saliendo al paso. Contemplo y observo con detenimiento. Buen trabajo de carpintería en algunos detalles ornamentales de complemento a la fachada principal. Llego hasta la antigua escuela hoy centro social. Y estando aquí aparece un perro de buen tamaño, salido como por arte de magia (no sé si labrador o mastín o un cruce de ambos, no soy muy entendido en estos animales), me viene a saludar de manera muy efusiva, busca caricias y se mueve constantemente. Se le nota contento, parece que el visitante que está transitando hoy por Los Montes le ha sacado de su letargo y de tirarse días sin ver a ser humano alguno. Presiento que va a ser mi compañía en mi deambular por el pueblo y no me equivoco. Para donde yo voy, él detrás. Intuyo que será el perro de algún ganadero que tiene las vacas por aquí. Aparezco en esa especie de plazoleta donde se ubican un buen número de casas y que supone uno de los lugares más hermosos de todo el pueblo. Mirando para todos lados se obtienen bonitos encuadres que hacen las delicias de los amantes de la fotografía. Muchas casas arregladas, unas cuantas más que en mi anterior visita. Los Montes le está ganando la partida al olvido. Pensaba al ver el número tan creciente de viviendas que hay en buen estado que me iría a encontrar con algún lugareño que hubiera venido a pasar el día. Pero no, no veo a nadie ni me encontraré con ninguna persona mientras dura mi estancia en el pueblo. La "escolta" del perro es mi único aliado esta mañana para no sentirme totalmente en solitario por el lugar.
Subo hasta la calle de arriba. Aquí si que la belleza arquitectónica se muestra insuperable. Casas arregladas con otras sin uso habitacional forman una perfecta simbiosis que hacen de esta calle un deleite visual, para recorrer sin prisas. Escaleras exteriores que suben a la primera planta, balconadas de madera, tejados de losa de pizarra, vegetación ornamental... todo ello contribuye a crear un paisaje urbano y rústico sencillamente encantador. Llego hasta el final de la calle y me encamino hacía la iglesia. Todo sigue igual, bonita, cuidada y mantenida. El templo en posición dominante sobre las casas. El cementerio cercano también se muestra en buen estado. Mi fiel y juguetón acompañante decide que es el momento de abandonar mi compañía y dedicarse a investigar otros terrenos de esta parte del pueblo. Enseguida le pierdo la vista. Por mi parte después de contemplar unos minutos la visión del terreno que desde aquí se tiene me bajo otra vez para el caserío, otra vez estoy en esa calle de arriba deslumbrante de belleza. Bajo hacia la salida. Contemplo la casa de Manuel y Pepe, los últimos de Los Montes. Se ha caído parte de su fachada y con ello ese balcón cerrado que se situaba en la planta de arriba. Es el peaje que hay que pagar al abandono. Sigo saliendo del pueblo, ya poco queda por ver, alguna edificación más aparece, remozada y con buen lavado de cara. Y cuando ya me había olvidado de él aparece nuevamente mi compañero de transito esa mañana en Los Montes. Viene corriendo como si intuyera que ya me voy a ir sin despedirme. Comparto unos instantes con él, agradece mis caricias e incluso un poco de comida que le dejo pero ya toca marchar y dejarle a él como guardián de este bellísimo, insólito y fascinante pueblo de nombre muy sugerente: Los Montes de la Ermita.
Cuando ya hace un buen rato que dejé atrás el pueblo y me queda poco para llegar al asfalto me cruzo con una pareja de jubilados que me preguntan que si van bien para conocer un pueblo abandonado que les han recomendado de visitar en Colinas del Campo. Les digo que sí, que llevan el camino correcto y que se van a encontrar con un pueblo deshabitado (que no abandonado), pero que es un pueblo fascinante, hermosísimo de conocer. Una amplia sonrisa se muestra en sus caras por la recomendación dada.


PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Año 1995. Vista panorámica de Los Montes de la Ermita.




Año 2023. Entrada a Los Montes.




Año 2009. Hacia el corazón del pueblo.




Año 2009. La ultima casa que se cerró en Los Montes de la Ermita. Se observa en la planta alta el balcón corrido cerrado con tablazón casi en su totalidad.



Año 2023. La escuela de Los Montes. Estaba situada en la planta baja mientras que la planta de arriba era la vivienda de la maestra. Las dos últimas maestras que hubo en el pueblo se llevaron un gran recuerdo de su paso por Los Montes por la hospitalidad y la amabilidad que tuvieron todos los vecinos con ellas. Se las hacía muy duro la vida en el pueblo por la dureza del clima y lo inhóspito del lugar pero las gentes se volcaron con ellas y no les faltaba de nada. Actualmente ha sido rehabilitada como casa del pueblo y lugar de reuniones.



Año 2023. Bonito y fotogénico rincón del pueblo.




Año 2009. Encrucijada de calles, donde se observa el color de la piedra que servía para todas las casas, siendo el tejado de lajas de pizarra.



Año 2009. Atractivo rincón urbano.




Año 2009. Calle principal del pueblo.




Año 2009. Viviendas situadas en el desnivel del terreno, donde se observa la característica de las edificaciones: escaleras que suben a la planta de arriba donde están las viviendas, quedando la planta baja para el ganado.



Año 2023. Vivienda.




Año 2009. Calle de Los Montes.




Año 2023. Calle principal de Los Montes.




Año 2023. El pueblo es una continua sucesión de encuadres de una belleza excepcional.



Año 2009. Calle de Los Montes.




Año 2023. Calle de Los Montes.




Año 2009. Vivienda restaurada cambiando parcialmente su fisonomía antigua.



Año 2009. Iglesia de la Virgen de las Llamas, situada en lo más alto del pueblo. Restaurada en el año 87 como indica una placa situada en la fachada delantera.



Año 2023. Otra visión del templo.




Año 2023. Cementerio.




Año 2009. Fuente y pilón.