Llombai (Alicante)


En la vall de Gallinera en la comarca de La Marina Alta se asienta sobre una minúscula faja del terreno el pequeño núcleo de Llombai. En sentido descendente se van alineando todas las viviendas en hilera a un solo lado de la calle. Hasta quince casas llegó a contar en sus tiempos de máximo apogeo.
Dos o tres viviendas tenían horno particular para hacer el pan.

"Las casas que no tenían usaban prestado el de algún vecino o iban al cercano pueblo de Alpatró donde había varios hornos" EVARISTO GASCÓ.

La agricultura era su punto fuerte en la que se basaba su economía y dentro de ella eran los olivos su principal fuente de ingresos. Una vez elaborado el aceite en la almazara que había en el pueblo se vendía a tratantes de la Vall que se encargaban de transportarlo en camiones para su venta en Pego y otros pueblos cercanos a la costa.

"En ocasiones se intercambiaba aceite por arroz con gentes de Pego, pueblo que era buen productor del mencionado grano blanco" EVARISTO GASCÓ.

Además del olivo tenían también cerezos y almendros y en sus fincas se cultivaba trigo y cebada principalmente.
A moler el grano iban al pueblo de Lorcha.
La ganadería con ello quedaba en un segundo plano, algunas familias poseían pequeños rebaños de cabras.

Al carecer de iglesia acudían a la de Alpatró para los diversos oficios religiosos (misa, bautizos, bodas, defunciones, etc).
Tampoco había escuela en Llombai, así que los alumnos en edad escolar acudían a la del cercano pueblo de Benisili. Alrededor de ocho o nueve niños y niñas iban en los años 50.
El médico residía en Beniali.

"Si era muy urgente acudía a Llombai a visitar al enfermo en alguno de los taxis que había en la Vall. Si no era caso grave el enfermo acudía a Alpatró donde pasaba el doctor consulta una o dos veces a la semana" EVARISTO GASCÓ.

La correspondencia la recogía cualquier vecino que iba a Alpatró por algún motivo.
Carecían de fiestas patronales, pero participaban activamente de las de Alpatró en agosto.

"El primer día, por la mañana era costumbre hacer un pasacalles hasta Llombai con los músicos de Lorcha que habían acudido para amenizar el baile en las fiestas.
En los años 50, un vecino de Llombai, Pascual Gascó Seguí donó una imagen de la Virgen de los Desamparados a la iglesia de Alpatró. Ese año hubo fiesta por todo lo alto en Llombai" EVARISTO GASCÓ.


Para realizar compras de poca entidad acudían a Alpatró donde había un comercio, si eran compras de mayor envergadura aprovechaban cuando se desplazaban hasta Pego.

El envejecimiento de la población, la búsqueda de un mejor futuro por la gente joven y la opción de poder vivir en el cercano Alpatró donde había mejores servicios e infraestructuras y a su vez podían seguir acudiendo a trabajar las tierras a Llombai fue lo que propició el paulatino despoblamiento del lugar. En los años 60 el pueblo se quedó vacío pero oficialmente no fue hasta el año 1977 cuando se quedó deshabitado Llombai con la muerte de su último habitante.
Esta persona fue un personaje enigmático y misterioso. Se llamaba Stefan Gregor, todos le conocían como Esteban o Estefano. Llegó a últimos de los años 40 y se instaló en una casa que compró. Todo tipo de interrogantes se cernieron sobre su persona. De origen incierto, aunque parece ser que era yugoslavo (otras conjeturas dicen que austriaco o alemán) era un refugiado nazi de la Segunda Guerra Mundial que buscando ocultarse acabó en este rincón alicantino. Lógicamente causó un gran revuelo y una aureola de misterio no tan solo entre las gentes de Llombai sino de toda Gallinera. En la comarca era conocido como "el nazi de Llombai". Llegó con un Mercedes (que más tarde tapió en un corral en una de sus muchas excentricidades), trajo mucha cubertería de plata y valiosos trajes, de todo lo cual se fue deshaciendo en forma de regalos a las gentes de la Vall.
Muchas cosas se cuentan sobre su inquietante vida en Llombai como que una vez quisieron secuestrarlo, en otra ocasión agentes secretos de la policía franquista acudieron al pueblo para recabar información entre los vecinos para ver como se desenvolvía.
Vivía casi de la mendicidad, solamente el cartero de Beniali tenía la misión de traerle un pan cada día (no se sabe ordenado por quien) lo demás era a costa de lo que le daba algún vecino, en ocasiones él mismo sin permiso de nadie se metía en los huertos a coger fruta u hortalizas con la complicidad silenciosa de los vecinos que por no saber realmente quien era aquel misterioso personaje no se atrevían a llamarle la atención por sus pequeños hurtos.
Excéntrico, culto, huraño, solitario, esquivo, bondadoso, desequilibrado, todo tipo de calificativos recibía de las gentes que lo trataron habitualmente.
Por falta de mantenimiento la vivienda donde habitaba se vino abajo un día. Con el tiempo se había construido una pequeña caseta en lo alto de una loma al pie del castillo de Benisili donde pasaba buenas temporadas completamente aislado sin contacto con nadie.
Rodeado de un gran misterio, de la misma forma que llegó se produjo su fallecimiento. En la más absoluta soledad y sin que se sepa muy bien el motivo falleció en 1977 a los 63 años de edad.
Esta enterrado en el cementerio de Alpatró.
Posteriormente un promotor ingles que vivía en la zona de la costa compró varias casas en Llombai (pagó 300.000 pesetas por cada una) con la idea de hacer un complejo rural. Pero el proyecto nunca se llevó a cabo. No hubo segunda oportunidad de volver a la vida para Llombai.

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Informante: Evaristo Gascó, antiguo vecino de Llombai (Conversación personal mantenida en su casa de Alpatró).

Visita realizada en julio de 2015.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Punto y aparte. Llevaba varios años queriendo visitar el pueblo de Llombai por ser el deshabitado más representativo de una provincia muy escasa en despoblados. No las tenía todas conmigo sobre lo que me iba a encontrar porque la información resultante en internet no ayudaba mucho. Todo el protagonismo en la red al hablar de Llombai se lo lleva Stefan Gregor y su alucinante estancia en el pueblo. No sabía si me iba a encontrar un deshabitado de pleno, un deshabitado parcial, un pueblo bien conservado, etc.
Después de recorrer este pintoresco paisaje de la Vall de Gallinera a través de una estrecha y sinuosa carretera donde todos sus pueblos se van alineando en fila a su paso, arribo a Llombai. La primera visión no es muy esperanzadora puesto que lo primero que se ve es una casa en muy buen estado, ventanas abiertas y dos coches a la puerta (más tarde me entero que una familia inglesa ha comprado la casa y pasan allí temporadas). Pero ahí queda todo signo de confort en Llombai. Una vez que me adentro en su única calle veo casas en bastante buen estado pero sin ser habitadas. Es un deshabitado en toda regla. Muy interesantes las diferentes fachadas que van apareciendo a mi paso. En la mayoría sus dueños las han reforzado y mantenido con las reformas justas para evitar que se venga abajo. Recorro la calle hasta su parte baja donde se encuentra la fuente y el lavadero que han sido restaurados recientemente. Subo la calle nuevamente, fotografiando, buscando ángulos, observando detalles, vuelvo para abajo tomando más instantáneas, llego otra vez hasta la fuente, cuando en esas aparece un todo-terreno del cual se baja una persona de apariencia alemana que llena una buena cantidad de garrafas de agua en la fuente. No le doy más importancia pero enseguida aparece un segundo vehículo con otra persona que va a realizar el mismo cometido. Mientras que espera a que el alemán llene sus garrafas, se interesa por mi presencia allí y me comenta que viene muchísima gente de pueblos cercanos y de chalets de la zona a por agua a la fuente de Llombai por la calidad que tiene el preciado liquido.
Dejo a esta gente y vuelvo a subir la calle echando un último vistazo a sus edificios cuando un tercer coche baja por la calle hasta la fuente. Por lo que se ve lleva toda la razón el que me hablo del buen sabor del agua de Llombai. Hecho que me confirman posteriormente en Alpatró.
No acaba aquí la presencia de vehículos en el pueblo durante mi estancia allí puesto que llega un camión-pluma de pequeño volumen del que se bajan dos operarios con algunas herramientas con la idea de hacer alguna pequeña obra de mantenimiento o de pavimentado (ignoro qué, porque mi presencia allí tocaba a su fin).
¡menos mal que me había dado tiempo a fotografiar y a ver el pueblo tranquilamente antes de que empezara a acudir gente! porque no habría sido lo mismo, no habría podido disfrutar del silencio y la soledad de la misma manera. El llegar temprano me ha servido para algo.
Deshabitado pero no solitario este curioso lugar de Llombai de Gallinera a medio camino entre Alpatró y Benisili.


Entrando a Llombai. Los restos de la almazara protegidos por una verja a la derecha. De frente las formaciones rocosas de la serra Foradà.



La almazara de Llombai. Apenas un muro en pie. Las dos prensas hidráulicas que servían para obtener el aceite y un poco más al fondo el rulo o piedra cónica que movido por tracción animal servía para triturar la aceituna.



Calle de Llombai en sentido descendente. Estrechez del vial. Las viviendas a un lado y el talud del muro de contención de lo que un día fueron huertos no deja espacio para más.



El mismo tramo de calle en sentido ascendente.




Una imagen más del mismo tramo de calle visto desde otra perspectiva.




Bonito rincón urbano de Llombai en mitad del pueblo. Casas de mampostería con argamasa. Bonita portalada en arco rebajado la de la izquierda y la de la derecha con azotea de ladrillo en reforma posterior sustituyendo al tejado. Estas viviendas no se alinean al mismo nivel que las demás y provocan un pequeño ensanchamiento de la calle. Las formaciones rocosas de la sierra "amurallan" el paisaje.



El mismo rincón visto desde otro ángulo.




Calle de Llombai en sentido descendente. Bajando hacía la fuente.



El lavadero y la fuente de Llombai.




La calle única de Llombai en sentido ascendente.




Buen ejemplar de vivienda rematada en azotea. Puerta y ventanas enrejadas.



Tramo de calle en sentido ascendente. Viviendas no habitadas pero mantenidas y reforzadas para evitar su deterioro.



Una de las pocas viviendas que no se alineaba en la calle principal. Fue una de las que compró el promotor ingles. Al quedarse abandonada y sin mantenimiento se vino abajo toda la parte central del edificio.



La pequeñez de Llombai (abajo a la izquierda) contrasta con la extensión de Alpatró (en el centro).

Boñices (Soria)

Por encima de los 1000 metros de altitud en plena llanura del Campo de Gómara se encuentra el pueblo de Boñices, antes pedanía de Nomparedes en la actualidad de Tejado. Ubicado sobre un suave montículo, se componía de siete viviendas.
Sus habitantes eran renteros, eran propietarios de las casas pero no de las tierras de cultivo. Estas eran propiedad de una señora de Soria. En los años 40 les compraron las fincas a esta señora y pasaron a ser los propietarios. Se hicieron cuatro partes iguales y tres partes un poco más pequeñas según lo que hubiera pagado cada familia.

Apenas tenían ganadería (solamente algunas vacas) puesto que los terrenos de pasto eran propiedad de Juanito de Castil de Tierra que lo aprovechaba para tener allí sus ovejas.
Por lo que la base de su economía se sustentaba en la agricultura (trigo y cebada) y en la fabricación de yeso aprovechando las canteras que había en la zona.
Varias familias tenían su sustento con la elaboración del yeso. Trabajo muy duro y laborioso que a veces entrañaba serios peligros.

"Mi padre hacía un agujero en la cantera con una barrena, de arriba abajo, lo más profundo posible, metía la mecha y la pólvora, lo encendía y ya se tenía que alejar porque se producía la explosión. Pues un día no detonó, y entonces al acercarse y manipular el barreno, le explotó estando él allí y se produjo el accidente, salió despedido por el impacto. Quedó mal herido y todo el cuerpo dañado por la explosión. Afortunadamente se recuperó". ESTHER SANZ.

Como el yeso era un material de construcción muy usado en esos años tenía mucha demanda y acudía gente de toda la comarca a comprar dicho material pero anteriormente se llevaba a vender fuera.

"Yo le oí contar a mi padre que cuando era joven y antes de casarse iba con el yeso a los pueblos de la Tierra de Pinares (Covaleda, Navaleno...) y lo cambiaba por madera, tan abundante en esa zona, pero ya después que se casó dejó de salir fuera". URSICINIO SANZ.

Madera de la que carecían en Boñices por no tener arbolado su término por lo que tenían que ir a comprarla a los pueblos cercanos; Alparrache, El Cubo de la Solana, Nomparedes, etc.
Un aporte extra en las cocinas de las casas lo daba la caza; codornices, perdices, conejos y liebres servían para variar la dieta alimenticia.

No había escuela en Boñices por lo que los niños tenían que desplazarse a la de Sauquillo de Boñices salvo excepciones.

"Aunque la mayoría iban a la escuela de Sauquillo mis hermanos y yo íbamos a la de Tejado porque teníamos allí a nuestra abuela lo que nos facilitaba el podernos quedar allí a comer. Nos desplazábamos en bicicleta. Se daba el caso de los niños de una casa que iban a la escuela de Castil de Tierra por el mismo motivo de tener allí familia". TERESA SANZ.

A moler el grano les tocaba desplazarse al molino de El Cubo de la Solana para posteriormente llevarlo a Tejado.
A Tejado les tocaba ir a hacer compras de los productos que no se podían autoabastecer y en ocasiones se desplazaban hasta Gómara los sábados que era el día que había mercado.
Por Boñices aparecían diferentes vendedores ambulantes de Borjabad, Abión, Tejado ofreciendo su mercancía.
Cuando ya se dejó de hacer pan en el horno comunal que había en el pueblo, era Alejandro el panadero de Tejado el que lo llevaba a vender a Boñices.
El cura venía andando desde Nomparedes todos los domingos, don Máximo que era natural  de San Leonardo de Yagüe.
El médico venía desde Tejado, lo mismo que el cartero.

Conocieron la luz eléctrica en las casas (sobre 1952 aproximadamente), no así el agua que hasta los años 60 en que construyeron el lavadero y la fuente en el pueblo suponía un calvario puesto que el agua para consumo había que ir a buscarla hasta la Fuentecilla a 2 km. del pueblo. A la misma distancia tenían que ir las mujeres a lavar la ropa al arroyo Valdemoro.

San Benito era el patrón del pueblo al que celebraban fiesta el 21 de marzo. Una misa y procesión por la mañana componían los actos religiosos. El baile se hacía en la plaza junto a la fuente y estaba amenizado por las Maticorenas del pueblo de Gómara (madre y dos hijas con laúd y guitarra). Algunos años se usaba una gramola. Acudía juventud de todos los pueblos cercanos y la plaza se llenaba de gente.
No faltaba tampoco a la cita Macarena la confitera de Gómara que instalaba allí su tenderete.
Ese día era costumbre de matar uno o dos pollos en cada casa para convidar a familiares y allegados.
El primer domingo de octubre se celebraba la otra fiesta de Boñices en honor a la Virgen del Rosario.

Tejado absorbió a gran parte de la población de Boñices cuando la gente empezó a emigrar en busca de una mejor calidad de vida. La producción de yeso dejó de ser rentable y el campo ya no daba trabajo para todos, Los jóvenes fueron buscando el futuro en las ciudades (Soria, Zaragoza) y el cabeza de familia desde Tejado podía seguir yendo a atender las faenas del campo a Boñices.
El pueblo se quedó vacío a mediados de los 60 con la marcha de Ángeles y su hijo Cleofás, los últimos de Boñices.


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Agradecimiento a los hermanos Sanz Mayor (Jesús, Esther, Ursicinio, Teresa). Magníficos y acogedores informantes. Sus recuerdos puestos al servicio del reportaje en memoria de su pueblo.
Montserrat Mayor Jimeno: mil gracias.


Visitas realizadas en marzo de 1999 y en agosto de 2015.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Punto y aparte. Nada hay que diferencie estar en Boñices en agosto a cualquier otro mes del año. La mañana se presenta fresca a pesar de estar en pleno verano. El sol quiere salir pero las nubes de momento se lo impiden. Poco ha cambiado la fisonomía del pueblo de mi anterior visita en el último año del siglo XX. Más ruina lógicamente pero no en exceso. La iglesia que en aquella primera visita se mantenía cerrada no ha podido resistir por más tiempo el tener guardada su intimidad de cara al exterior y hoy día se puede acceder a ella. Es una lástima porque aunque nos sirva para apreciar una hermosa y acogedora sencillez dentro de sus muros me parece que los vándalos pueden causar estragos en los escasos elementos arquitectónicos todavía visibles. Las dos campanas que si estaban en aquella ocasión hoy ya no están ¿Que fue de ellas?
La calle de abajo es bien bonita, con tres casas alineadas en hilera y la parte alta es la que se encuentra en peor estado. Naves y cobertizos de nueva construcción denotan un uso ganadero en tiempos más recientes cuando ya el pueblo no tenía población. La soledad que se siente paseando por el lugar es apabullante, no así el silencio que es roto por los ladridos de los perros que mantiene algún vecino de la zona cuidando las naves. La cercana carretera con el trasiego constante de vehículos también ayuda a que el silencio no haga acto de presencia en Boñices.



Boñices. Año 1999.




Llegando a Boñices por el camino de Sauquillo.




Calle de Abajo.




La casa de la tía Sofía. Ha cedido parte del tejado. Acceso a la vivienda mediante arco escarzano. El lateral de la casa que da a la plaza era aprovechado por los jóvenes para jugar al frontón. Emigraron a Soria.



La última casa que se cerró en Boñices. Ángeles y su hijo Cleofás fueron sus últimos moradores. Simetría en los vanos. Acceso al interior mediante arco escarzano. El uso de ladrillo en la planta de arriba denota reformas recientes. A la derecha la casa de Arsenio. La familia marchó a Caspe (Zaragoza).



La iglesia parroquial de San Benito. Nave de planta rectangular con tejado a tres vertientes. Campanario con dos vanos para las campanas. Es coronado por un pináculo que sustenta una cruz latina y una veleta.
Dos contrafuertes exteriores flanquean el arco de medio punto por el cual se accede al interior. Nave de la sacristía adosada. Cementerio anexo.



Presbiterio de la iglesia. Explosión de colores. Belleza inusitada. Púlpito. Altar mayor. La huella inconfundible en la pared donde se situaba el retablo. Ménsulas flanqueando el altar que sustentaban a San Benito y a la Virgen del Rosario.



Interior de la iglesia. Iluminación radiante (ventana sobre puerta de acceso y óculo al fondo). Habitáculo en el que se encontraba la pila bautismal y escalera de acceso al coro, desde el cual se accede a su vez al campanario. Bancos de madera contorneando la pared.



Desde el campanario.




Vista de la calle de Abajo desde la puerta de la iglesia.




Llegando a Boñices por el camino de Tejado.




Calle de Arriba.




La casa de Domingo y Dorotea. El yeso bien presente. La única que no está orientada hacia el sur. Fue de las primeras en cerrarse. Emigraron a Tejado.



La casa de Eugenio y Benita. Vivían con sus hijos Jesús, Esther, Ursicinio, Teresa y José Luis. Emigraron a Tejado.



El ayuntamiento. Con la llegada de la luz eléctrica se compró una televisión para el pueblo y se instaló en su interior. Fue todo un acontecimiento. Acudía la gente por la noche a ver los programas y concursos de la época.



La fuente de Boñices. De dos cuerpos y coronada por una bola maciza granítica.



El lavadero. Tanto éste como la fuente se construyeron a principios de los 60 siendo alcalde pedáneo Eugenio Sanz. Se ahorró a las mujeres de realizar el penoso trayecto de dos km. hasta el arroyo Valdemoro para lavar la ropa.



Foto cedida por Montserrat Mayor

Hornacha (horno de yeso) de Eugenio Sanz. Hasta cuatro hornachas había en las inmediaciones del pueblo.
"Se necesitaban de 120 a 130 gavillas de leña (no eran muy grandes) para hacer una cocción de yeso, Se iban colocando por pisos las piedras de yeso para formar una bóveda, dejando el hueco para las gavillas, arriba del todo se tapaba con tierra para evitar el paso del aire y la salida de calor. Se iba metiendo la leña sin parar, constantemente, cuanta más temperatura hubiera mejor. Se tardaba veinticuatro horas en hacer una cocción y luego una vez cocido había que molerlo con el rodillo de piedra". URSICINIO SANZ.



Foto cedida por Montserrat Mayor

Hornacha de Emeterio García.