En un puntón rocoso sobre el río Puentecillas se sitúa esta pedanía de Peñascosa.
Muy difíciles accesos tuvo siempre está olvidada aldea. A pie o en caballería era la única manera de llegar hasta sus muros.
Al azote de todos los vientos y padeciendo unos inviernos rigurosos con abundantes nevadas, alrededor de unas diez viviendas de sencilla construcción formaban el núcleo de Arteaga de Abajo.
No conocieron la luz eléctrica. Las teas y los candiles de aceite fueron sus fuentes de iluminación.
La agricultura y la ganadería componían la base sobre la que se sustentaba su economía.
Trigo, cebada, avena, centeno, patatas y panizo entre otros productos era lo que cultivaban en sus tierras.
A moler el grano iban al molino de Arteaga de Arriba.
Las ovejas y las cabras era lo que predominaba en el terreno ganadero.
Marchantes y carniceros de Bogarra, Paterna del Madera, Masegoso o Casas de Lázaro aparecían por allí periódicamente para comprar los corderos.
Conejos, liebres y perdices abundaban en sus montes y no se libraban de la puntería de los cazadores de la aldea.
Del río conseguían sacar abundantes cangrejos para aportar una variedad gastronómica en las comidas.
Para todo tipo de oficios religiosos (misa, bodas, bautizos, funerales, etc) se desplazaban hasta la iglesia de Arteaga de Arriba y anteriormente a la construcción de esta, tenían que hacerlo a la de Peñascosa, cabecera de municipio, situado a más de 15 km. de distancia.
El médico venía desde Masegoso. Había que ir a buscarle y llevar una caballería para que pudiera desplazarse a visitar al enfermo. Don Faustino, gallego de nacimiento, fue uno de los que se recuerda.
A la escuela iban a la de Arteaga de Arriba.
El cartero (Pedro) venía desde Fuenlabrada a repartir la correspondencia.
Posteriormente fue Desiderio, natural de Fuenlabrada pero residente en Arteaga de Arriba el que montado en su bicicleta recogía la correspondencia en Peñascosa y la repartía por las aldeas.
Las fiestas patronales en honor a la virgen de Fátima en mayo se hacían para las dos aldeas pero las celebraciones se realizaban en Arteaga de Arriba.
Samuel y Genaro provenientes de la Casa la Toba eran los músicos que con laúd y guitarra amenizaban los bailes.
Los domingos y días festivos por la tarde se hacía baile a nivel local en el interior de alguna casa.
Para coger el coche de línea que cubría el trayecto Bogarra- Albacete tenían que madrugar con ocasión de poder estar a las siete de la mañana en la parada de la carretera de Casas de Lázaro.
La considerable distancia a todos los núcleos de población grandes no les hacía desplazarse de continuo para realizar compras por lo que eran los vendedores ambulantes de Bogarra, Paterna del Madera o Casas de Lázaro los que se dejaban ver por Arteaga de Abajo.
También se recuerda a un señor de Pozohondo vendiendo hilo y otros productos de costura, como también a otro vendedor que venía desde Elche de la Sierra con dos borriquillos y vendía telas y todo tipo de ropas.
En un pueblo tan abrupto, con difíciles accesos y mal comunicado la emigración tenía que llegar. Esa imposibilidad de no poder llegar nunca un vehículo, o la dificultad de acarrear el agua por el empinado camino desde la fuente hasta las casas, unido a las ganas de buscar una mejor calidad de vida fue empujando a la gente de Arteaga de Abajo a buscar nuevos lugares de residencia.
La gran mayoría se repartieron entre Albacete y Barcelona.
El matrimonio formado por Julio Aguilar e Isabel García con una hija fueron los últimos de Arteaga de Abajo. Marcharon a principios de los años 70.
Visita realizada en junio de 2016.
Informantes: Juan Cirilo y el tío Venancio, de Arteaga de Arriba (Conversación personal mantenida a la puerta de su casa).
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Resulta curioso que habiendo dos Arteagas, esta sea la de abajo cuando está a más altitud que la de arriba, por pocos metros pero lo está.
De mañana temprano después de dejar el coche junto a la carretera, enfilo el amplio camino que entre pinos de repoblación me ira acercando a Arteaga de Abajo.
Tengo muy buenas referencias sobre la ubicación de la aldea, así que voy con expectación por ese primer contacto visual que es el que queda en la retina primero y en la memoria después.
El camino es suave sin mucho desnivel y al ser temprano el calor no ha hecho su aparición.
Al pasar junto a unos juncos de río, lo que yo creo que es un croar de un sapo llama mi atención. Suena muy raro. Al acercarme veo que es una serpiente. Ha sentido mi presencia y con su sonido me estaba advirtiendo que no me acercara más. No la importuno, ahí se queda.
Diviso el cementerio sobre una loma, luego lo visitaré.
Avisto ya las casas de Arteaga, no con la panorámica que hubiera deseado pero ya habrá ocasión de ver su bonito perfil sobre la roca.
Hay que cruzar una cañada para coger el camino que lleva hasta la aldea. Lo primero que aparece es su preciosa fuente, junto a una noguera, perfecta simbiosis. Buen lugar para sentarse a comer, pero todavía no toca. Imagino las constantes subidas y bajadas de las jóvenes de la aldea en busca del agua.
Subo hacía las casas trepando por donde puedo, el sendero esta desdibujado.
La sensación de soledad es tremenda una vez que estas en el núcleo urbano. He llegado tarde a lo que tuvo que ser una bonita aldea serrana. Hace quince o veinte años estaría en relativo buen estado. Ahora está muy machacada, apenas una o dos casas aguantan en pie, lo demás ya se ha vencido por la destrucción provocada por las inclemencias meteorológicas y la floja calidad de los materiales de construcción empleados en las edificaciones. No creo que haya llegado mucho el expolio hasta aquí. La imposibilidad de acceder con vehículo no lo hace viable.
Las vistas son inmejorables. Arteaga de Arriba a corta distancia reluce de un blanco resplandeciente entre el verde de la vegetación.
Intento adentrarme a duras penas en el interior de las casas, en algunas lo consigo, en otras no. Me voy hasta la era, me asomo al precipicio, por debajo el río Puentecillas. Vuelvo hasta las casas, descubro detalles, visualizo rincones, imagino su trazado urbano. Pero la visita ya no da más de sí.
Bajo otra vez por el sendero de la fuente y me dirijo hacía un llamativo cortijo que está abajo en el valle. Muy entero todavía, con huellas ganaderas hasta fechas recientes. Tuvo que ser una casa importante. Junto a él un molino harinero con un curioso acueducto para salvar el desnivel y recoger el agua canalizada desde el río. Desde aquí si se tiene una preciosa panorámica de la aldea.
Encamino mis pasos ya por buen camino hasta la otra Arteaga, la de Arriba. Curioso contraste, una muerta y sin posibilidad de volver a la vida. Esta le ha ganado la batalla al abandono. Poca gente durante el invierno pero bastante en el verano. El lugar invita a buscar tranquilidad en los meses calurosos. Un buen trazado urbano, con las casas apretujándose junto al río. Bonito lugar este de Arteaga de Arriba. Agradable y placentera charla con dos nativos del lugar.
Quiero ir hacía el cementerio, que era compartido por las dos aldeas. Después de recibir las indicaciones oportunas de unos lugareños, cruzo el puente para buscar el sendero que me guíe mis pasos. No consigo dar con él en primera instancia, pero mi perseverancia después de seguir por una acequia de riego me hace dar con él. Ya no tiene perdida. El sendero se empina y va cogiendo altura. Está tallado en la roca y es precioso. Bonito recorrido el que hacían los difuntos en su camino al lugar donde reposarían para siempre. Llego al cementerio, muy cuidado por sus vecinos, desde aquí me podría acercar en corto ascenso a Arteaga de Abajo y volver al comienzo, pero no me va aportar nada nuevo que no haya visto ya, así que decido seguir con mi caminar. Atravieso una cañada y cojo el camino que me llevara hasta el lugar donde tengo el coche. Diviso una majestuosa encina con una sombra muy atrayente y como quiera que tiene debajo unas piedras naturales que parecen puestas para sentarse, decido hacer allí el alto y dar cuenta de mis provisiones (bocadillo, fruta y agua). Que mejor lugar para hacerlo. Mientras voy comiendo, recuerdo y rememoro las vivencias de hace unas horas.
Otra visión de Arteaga de Abajo en su posición dominante sobre el valle.
La preciosa fuente de Arteaga junto a la noguera. Arriba se divisa la casa de Acacio y Juana. Tuvieron dos hijos. La emigración llevó a la familia hasta Albacete.
La misma casa por su lado norte. De construcción reciente. Pocos años se disfrutó puesto que la emigración no lo hizo posible.
Vivienda con su refrescante parra sobre la puerta. Había bastantes olmos en la aldea como el que se divisa a la izquierda de la imagen. Menos frecuente era el bonito árbol del saúco visible en la parte derecha.
Horno de buen tamaño situado junto al cantil rocoso sobre el que se asienta el pueblo.
Vivienda y olmo. Sencillez en la construcción. Piedra caliza y argamasa.
Muros desgastados. Vigas caídas. Cubiertas hundidas. La huella del abandono y el olvido. Las copas de los olmos asoman por encima de los edificios para mostrar que no todo esta muerto en Arteaga de Abajo.
Otra imagen de la desoladora estampa actual de los edificios de la aldea.
En algunas viviendas aguanta a duras penas parte de su tejado, los huecos de las ventanas y el encalado de la fachada. El olmo a la izquierda, omnipresente.
Había que sacar rendimiento a lo abrupto del terreno. Aprovechando la cavidad rocosa se edificó el redil para el ganado.
Las vistas desde la aldea: el estrecho y frondoso vallejo que forma el río Puentecillas con la aldea de Arteaga de Arriba al fondo.
Bonita vista de la fuente "dormitando" a la sombra de la noguera.
Preciosa imagen del cementerio. Amplio y encalados sus muros de blanco. Era compartido por los dos Arteagas. Anteriormente a su construcción tenían que llevar a los fallecidos hasta el cementerio de Peñascosa.
Casa en Arteaga de Arriba. Fue cedida por un particular y se habilitó como escuela. Doña Teresa, natural del pueblo jienense de Baeza fue la primera maestra que se recuerda. Hasta aquí venían los niños de Arteaga de Abajo.
Muy difíciles accesos tuvo siempre está olvidada aldea. A pie o en caballería era la única manera de llegar hasta sus muros.
Al azote de todos los vientos y padeciendo unos inviernos rigurosos con abundantes nevadas, alrededor de unas diez viviendas de sencilla construcción formaban el núcleo de Arteaga de Abajo.
No conocieron la luz eléctrica. Las teas y los candiles de aceite fueron sus fuentes de iluminación.
La agricultura y la ganadería componían la base sobre la que se sustentaba su economía.
Trigo, cebada, avena, centeno, patatas y panizo entre otros productos era lo que cultivaban en sus tierras.
A moler el grano iban al molino de Arteaga de Arriba.
Las ovejas y las cabras era lo que predominaba en el terreno ganadero.
Marchantes y carniceros de Bogarra, Paterna del Madera, Masegoso o Casas de Lázaro aparecían por allí periódicamente para comprar los corderos.
Conejos, liebres y perdices abundaban en sus montes y no se libraban de la puntería de los cazadores de la aldea.
Del río conseguían sacar abundantes cangrejos para aportar una variedad gastronómica en las comidas.
Para todo tipo de oficios religiosos (misa, bodas, bautizos, funerales, etc) se desplazaban hasta la iglesia de Arteaga de Arriba y anteriormente a la construcción de esta, tenían que hacerlo a la de Peñascosa, cabecera de municipio, situado a más de 15 km. de distancia.
El médico venía desde Masegoso. Había que ir a buscarle y llevar una caballería para que pudiera desplazarse a visitar al enfermo. Don Faustino, gallego de nacimiento, fue uno de los que se recuerda.
A la escuela iban a la de Arteaga de Arriba.
El cartero (Pedro) venía desde Fuenlabrada a repartir la correspondencia.
Posteriormente fue Desiderio, natural de Fuenlabrada pero residente en Arteaga de Arriba el que montado en su bicicleta recogía la correspondencia en Peñascosa y la repartía por las aldeas.
Las fiestas patronales en honor a la virgen de Fátima en mayo se hacían para las dos aldeas pero las celebraciones se realizaban en Arteaga de Arriba.
Samuel y Genaro provenientes de la Casa la Toba eran los músicos que con laúd y guitarra amenizaban los bailes.
Los domingos y días festivos por la tarde se hacía baile a nivel local en el interior de alguna casa.
Para coger el coche de línea que cubría el trayecto Bogarra- Albacete tenían que madrugar con ocasión de poder estar a las siete de la mañana en la parada de la carretera de Casas de Lázaro.
La considerable distancia a todos los núcleos de población grandes no les hacía desplazarse de continuo para realizar compras por lo que eran los vendedores ambulantes de Bogarra, Paterna del Madera o Casas de Lázaro los que se dejaban ver por Arteaga de Abajo.
También se recuerda a un señor de Pozohondo vendiendo hilo y otros productos de costura, como también a otro vendedor que venía desde Elche de la Sierra con dos borriquillos y vendía telas y todo tipo de ropas.
En un pueblo tan abrupto, con difíciles accesos y mal comunicado la emigración tenía que llegar. Esa imposibilidad de no poder llegar nunca un vehículo, o la dificultad de acarrear el agua por el empinado camino desde la fuente hasta las casas, unido a las ganas de buscar una mejor calidad de vida fue empujando a la gente de Arteaga de Abajo a buscar nuevos lugares de residencia.
La gran mayoría se repartieron entre Albacete y Barcelona.
El matrimonio formado por Julio Aguilar e Isabel García con una hija fueron los últimos de Arteaga de Abajo. Marcharon a principios de los años 70.
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Visita realizada en junio de 2016.
Informantes: Juan Cirilo y el tío Venancio, de Arteaga de Arriba (Conversación personal mantenida a la puerta de su casa).
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Resulta curioso que habiendo dos Arteagas, esta sea la de abajo cuando está a más altitud que la de arriba, por pocos metros pero lo está.
De mañana temprano después de dejar el coche junto a la carretera, enfilo el amplio camino que entre pinos de repoblación me ira acercando a Arteaga de Abajo.
Tengo muy buenas referencias sobre la ubicación de la aldea, así que voy con expectación por ese primer contacto visual que es el que queda en la retina primero y en la memoria después.
El camino es suave sin mucho desnivel y al ser temprano el calor no ha hecho su aparición.
Al pasar junto a unos juncos de río, lo que yo creo que es un croar de un sapo llama mi atención. Suena muy raro. Al acercarme veo que es una serpiente. Ha sentido mi presencia y con su sonido me estaba advirtiendo que no me acercara más. No la importuno, ahí se queda.
Diviso el cementerio sobre una loma, luego lo visitaré.
Avisto ya las casas de Arteaga, no con la panorámica que hubiera deseado pero ya habrá ocasión de ver su bonito perfil sobre la roca.
Hay que cruzar una cañada para coger el camino que lleva hasta la aldea. Lo primero que aparece es su preciosa fuente, junto a una noguera, perfecta simbiosis. Buen lugar para sentarse a comer, pero todavía no toca. Imagino las constantes subidas y bajadas de las jóvenes de la aldea en busca del agua.
Subo hacía las casas trepando por donde puedo, el sendero esta desdibujado.
La sensación de soledad es tremenda una vez que estas en el núcleo urbano. He llegado tarde a lo que tuvo que ser una bonita aldea serrana. Hace quince o veinte años estaría en relativo buen estado. Ahora está muy machacada, apenas una o dos casas aguantan en pie, lo demás ya se ha vencido por la destrucción provocada por las inclemencias meteorológicas y la floja calidad de los materiales de construcción empleados en las edificaciones. No creo que haya llegado mucho el expolio hasta aquí. La imposibilidad de acceder con vehículo no lo hace viable.
Las vistas son inmejorables. Arteaga de Arriba a corta distancia reluce de un blanco resplandeciente entre el verde de la vegetación.
Intento adentrarme a duras penas en el interior de las casas, en algunas lo consigo, en otras no. Me voy hasta la era, me asomo al precipicio, por debajo el río Puentecillas. Vuelvo hasta las casas, descubro detalles, visualizo rincones, imagino su trazado urbano. Pero la visita ya no da más de sí.
Bajo otra vez por el sendero de la fuente y me dirijo hacía un llamativo cortijo que está abajo en el valle. Muy entero todavía, con huellas ganaderas hasta fechas recientes. Tuvo que ser una casa importante. Junto a él un molino harinero con un curioso acueducto para salvar el desnivel y recoger el agua canalizada desde el río. Desde aquí si se tiene una preciosa panorámica de la aldea.
Encamino mis pasos ya por buen camino hasta la otra Arteaga, la de Arriba. Curioso contraste, una muerta y sin posibilidad de volver a la vida. Esta le ha ganado la batalla al abandono. Poca gente durante el invierno pero bastante en el verano. El lugar invita a buscar tranquilidad en los meses calurosos. Un buen trazado urbano, con las casas apretujándose junto al río. Bonito lugar este de Arteaga de Arriba. Agradable y placentera charla con dos nativos del lugar.
Quiero ir hacía el cementerio, que era compartido por las dos aldeas. Después de recibir las indicaciones oportunas de unos lugareños, cruzo el puente para buscar el sendero que me guíe mis pasos. No consigo dar con él en primera instancia, pero mi perseverancia después de seguir por una acequia de riego me hace dar con él. Ya no tiene perdida. El sendero se empina y va cogiendo altura. Está tallado en la roca y es precioso. Bonito recorrido el que hacían los difuntos en su camino al lugar donde reposarían para siempre. Llego al cementerio, muy cuidado por sus vecinos, desde aquí me podría acercar en corto ascenso a Arteaga de Abajo y volver al comienzo, pero no me va aportar nada nuevo que no haya visto ya, así que decido seguir con mi caminar. Atravieso una cañada y cojo el camino que me llevara hasta el lugar donde tengo el coche. Diviso una majestuosa encina con una sombra muy atrayente y como quiera que tiene debajo unas piedras naturales que parecen puestas para sentarse, decido hacer allí el alto y dar cuenta de mis provisiones (bocadillo, fruta y agua). Que mejor lugar para hacerlo. Mientras voy comiendo, recuerdo y rememoro las vivencias de hace unas horas.
Vista lejana de Arteaga de Abajo en su aérea ubicación.
Otra visión de Arteaga de Abajo en su posición dominante sobre el valle.
Divisando las casas de Arteaga de Abajo.
La preciosa fuente de Arteaga junto a la noguera. Arriba se divisa la casa de Acacio y Juana. Tuvieron dos hijos. La emigración llevó a la familia hasta Albacete.
La misma casa por su lado norte. De construcción reciente. Pocos años se disfrutó puesto que la emigración no lo hizo posible.
Vivienda con su refrescante parra sobre la puerta. Había bastantes olmos en la aldea como el que se divisa a la izquierda de la imagen. Menos frecuente era el bonito árbol del saúco visible en la parte derecha.
Horno de buen tamaño situado junto al cantil rocoso sobre el que se asienta el pueblo.
Panorámica desde la puerta del horno.
Vivienda y olmo. Sencillez en la construcción. Piedra caliza y argamasa.
Muros desgastados. Vigas caídas. Cubiertas hundidas. La huella del abandono y el olvido. Las copas de los olmos asoman por encima de los edificios para mostrar que no todo esta muerto en Arteaga de Abajo.
Otra imagen de la desoladora estampa actual de los edificios de la aldea.
En algunas viviendas aguanta a duras penas parte de su tejado, los huecos de las ventanas y el encalado de la fachada. El olmo a la izquierda, omnipresente.
Desde las eras.
Había que sacar rendimiento a lo abrupto del terreno. Aprovechando la cavidad rocosa se edificó el redil para el ganado.
Las vistas desde la aldea: el estrecho y frondoso vallejo que forma el río Puentecillas con la aldea de Arteaga de Arriba al fondo.
Bonita vista de la fuente "dormitando" a la sombra de la noguera.
Preciosa imagen del cementerio. Amplio y encalados sus muros de blanco. Era compartido por los dos Arteagas. Anteriormente a su construcción tenían que llevar a los fallecidos hasta el cementerio de Peñascosa.
Casa en Arteaga de Arriba. Fue cedida por un particular y se habilitó como escuela. Doña Teresa, natural del pueblo jienense de Baeza fue la primera maestra que se recuerda. Hasta aquí venían los niños de Arteaga de Abajo.
Hola Faustino,otra aldea que no ha resistido el abandono y el paso del tiempo,como bién dices,la falta de accesos y comunicaciones hicieron que se haya ido abandonando y que sus habitantes quisieran buscar una vida mejor,demasiado padecerían hasta que tuvieron que abandonar sus hogares,como siempre,un artículo muy ameno y detallado,un abrazo
ResponderEliminarHola Roberto. Si no llegaba una carretera a este pueblo estaba claro que estaba condenado a quedarse vacío.
EliminarLa vida era muy dura en estos lugares tan agrestes. Si el progreso no llegaba hasta aquí, ellos tenían que ir a buscar el progreso.
Me alegra que te haya gustado el reportaje.
Un abrazo.
Qué pena que por estas circunstancias haya pueblos que ya se sabe qe están condenados al abandono... Y qué curioso que sea la Arteaga de Abajo la que está a más altitud que la de Arriba.
ResponderEliminarEn cierta medida los condenaban a desaparecer. No llegaba ningún tipo de servicios ni infraestructuras y así no podían seguir viviendo.
EliminarLo de la altitud si es curioso. Si estas en Arteaga de Abajo miras para abajo para ver a Arteaga de Arriba y si estas en la de arriba tienes que mirar hacía arriba para ver a a la de Abajo.
Gracias Espe por dejar tu comentario.
Saludos.
Quién no ha soñado alguna vez vivir en un lugar así, asomarse recién levantado a los cantiles donde se apoya su casa y ver amanecer, sentarse junto a la fuente en las largas tardes del estío, dormitar con la fresca en la era, pasear al atardecer por el camino que une ambas aldeas. Verano de sombra fresca bajo pinos y nogueras, invierno crudo recogiendo piñas para encender las chimeneas. Niños que apenas saben leer pero que la vida les enseña a que para ser felices apenas se necesita nada. Maestros con el sueldo de la vocación, vendedores de sueños y alegrías, fiestas de domingo tras la misa, días sin carta pero de anhelante espera, médicos sin descansos, familias unidas en el trabajo, amigos desde la infancia, pan horneado para todos los vecinos, candiles de noches cortas, agua de cántaros en la cadera...Me asomo a los cantiles de una casa a través de los ojos de Faustino y pienso en lo que se ha perdido. Gracias por tus reportajes.
ResponderEliminarAñoramos lo que no hemos vivido.
EliminarYo siempre he dicho que me hubiera gustado vivir más esa época que con tanto esmero y detalle narras en tu comentario, que la actual.
Más sencillez y más armonía. No echarías nada en falta de los avances que hay ahora porque no lo hubieras conocido. Con poco serías feliz.
Las buenas gentes de Arteaga de Abajo leyendo tu ensoñación dirían que la vida era bastante menos bucólica de como la vemos ahora.
Coincido contigo en la última frase que citas. Es muchísimo lo que se pierde con cada pueblo que se queda vacío, más allá de la marcha de sus habitantes.
Gracias por dejar este extraordinario comentario.
Saludos.
Bueno, esto si qiue es chocante. En el Antiguo Egipto, estaba el alto Egipto, en bajo, y el Bajo Egipto en alto,
ResponderEliminarEs cierto que añoramos lo que no hemos vivido aunque tras largas conversaciones con nuestros mayores lleguemos a la conclusión que la mayoría eran felices en aquellos tiempos. Repiten a menudo que ahora no hay solidaridad, que antes sí.
ResponderEliminarVeo que nombras Alcadima. Mientras tu entrabas por Hijar, yo lo hacía por Ayna,precioso paseo también. Soy de Albacete y cada vez que haces una entrada de aquí me llena de orgullo saber que alguien sabe apreciar lo que mi tierra entrega. Hay muchos más despoblados, espero los vayas mostrando con la misma pasión y delicadeza con la que nos has regalado Arteaga.
Gracias Faustino.
Albacete es una provincia muy atractiva en relación a los despoblados. A las pruebas de los que ya hay en este blog me remito (y los que faltan todavía).
EliminarNombras a la joya de Alcadima. No ya es que sea el deshabitado más bonito de Albacete, es que lo incluiría entre los más bonitos de España. Fascinante población, por si le faltara algo, el bravío río Mundo pasando a su vera.
El camino desde Ayna no lo conozco, pero el de Hijar si, es precioso. Si no lo conoces date el gusto un día. De paso puedes visitar otros despoblados cercanos como son El Castillarejo y Las Casas de la Rambla.
En la primera parte de tu comentario coincido al cien por cien.
Me gustaría volver por tu tierra albaceteña no tardando mucho tiempo para poder ver más despoblados y después hacerle su correspondiente reportaje.
Gracias por dejar tu comentario.
Un cordial saludo.
NO SE COMO EN PESAR PUES ESTOY PERPLEJA TENÉIS RAZÓN ENTRE EL SEÑOR Y FAUSTINO ME A VEIS PUESTO LOS VELLOS DE PUNTA ¡¡ DE VERDAD COMO DICES FAUSTINO UNO DE LOS PUEBLOS MAS VELLOS DE ESPAÑA , NO LE FALTA DETALLE EL RIÓ Y ESAS PARRAS QUE AGUANTAN CONTRA VIENTO Y MAREA AUN QUE BAYA CALLEN DO LAS CASAS SINGUEN EN PIE ECHANDO SUS COSECHAS AÑO TRAS AÑOS COMO SI ESPERARAN SUS DUEÑOS ¿ QUE BONITO REPORTAJE ES ESPECTACULAR UN ABRAZO FAUSTINO
ResponderEliminarNati, este señor de Albacete y yo sobre el que hacíamos mención como uno de los pueblos más bonitos de España es Alcadima, no sobre el que ilustra esta entrada.
EliminarNo se en concreto a cual de los dos se referirá tu opinión. Los dos son preciosos y en parajes espectaculares.
Un abrazo.
Gracias por descubrirnos otro bonito rincón, Faustino. Buen fin de semana.
ResponderEliminarAsí es, David, un bonito y olvidado pueblo.
EliminarLos mismos deseos para ti.
Un abrazo.
Nos descubres en cada reportaje un nuevo lugar que lleva años perdiéndose entre la vegetación, cuidadosa protectora de sus ruinas. Nos invitas a ser partícipes del día a día de sus gentes, a los que vamos viendo entrar en escena, un cartero, un vendedor ambulante, una maestra cargada de ilusiones..nos haces regresar al pasado que algunos hemos tenido la suerte de conocer; otros, por referencias de sus abuelos.
ResponderEliminarEs el libro abierto de Faustino donde tienen cabida los sueños, los reencuentros, las palabras que se dijeron, los recuerdos que permanecen escritos en las paredes de viejas cocinas..
Vas llenando las hojas de ese libro infinito, porque siempre irán vaciándose nuevos pueblos por desgracia, pero ahí estarás tú, recopilador de historias añoradas, para que nunca olvidemos. Gracias por tu bello reportaje. Un saludo.
Libro abierto pero sin final. Son muchos los despoblados y el tiempo apremia para realizar un trabajo de campo sobre todos ellos.
EliminarA los que pueda "llegaré" y los que no se perderán en el limbo del olvido, salvo que alguien recoja esos testimonios a tiempo.
En cierta manera es un viaje al pasado la elaboración de estos reportajes. Es el testimonio de una vida que se fue y que no volverá. Es la manifestación de una manera de vivir muy diferente a la de hoy día e inimaginable a los ojos vista de generaciones venideras.
Me alegra Rosa que te hayas dado una vuelta por el blog porque si no me equivoco es la primera vez que pasas por aquí.
He visitado tu blog en varías ocasiones y es de una belleza asombrosa.
Bienvenida y gracias por estas maravillosas palabras en forma de comentario.
Un cordial saludo.
Tu blog es un magnífico referente para los que nos entusiasma caminar y visitar despoblados. Gracias a tus excelentes reportajes he podido conocer Alcadima, Las Hermanas, El Encebrico y ahora Arteaga de otra forma mucho más compleja. Ahora no son lugares de paso, vacíos. Ahora vuelven a ser lo que fueron. Retornas al pasado con la magia del reencuentro entre sus gentes, vuelves a llenar sus plazas ahora condenadas al silencio.
EliminarTe sigo desde hace años, sin el atrevimiento necesario para poder darte las gracias con un sencillo comentario.
Más allá de Arteaga en dirección a Casas de Lázaro, tras un agradable paseo puedes visitar otro despoblado, Batanes de Casa Pablo.
Y ya en el término de Letur, como premio al esfuerzo por una dura subida, Almazarán se asoma a un precipicio con unas vistas impresionantes.
Gracias por tus palabras y amabilidad. Un saludo.
Un poco lo que tu expresas en tus palabras es lo que tiene que ver la gente cuando pase por estos lugares.
EliminarNo son cuatro casas caídas sin más. Es una población con siglos de existencia, con gentes que allí pasaron los mejores años de sus vidas y que por circunstancias tuvieron que emigrar, rompiendo la cadena humana que se había prolongado durante generaciones enteras.
Pero el visitante tiene que saber que cada casa tenía su historia particular y que todas ellas juntas formaron la historia del pueblo.
Tanto la historia particular como la general es la que hay que salvaguardar para que en años venideros se pueda saber como se vivía en "esas cuatro casas caídas".
Nunca es tarde Rosa, para dejar unas sencillas palabras en forma de reconocimiento hacía el trabajo realizado.
La fidelidad de manera continua en silencio vale más que entrar y salir de forma discontinua.
No tengo muchas referencias de la primera aldea que me nombras, pero si de la segunda, Almazarán es un lugar que llevo años queriendo visitarlo pero que como tantos otros lugares todavía no se ha podido dar la ocasión.
Gracias por el apunte y por la prolongación a tu primer comentario.
Un cordial saludo.
Mi nombre es Javier García, nieto del correo, de Desiderio, en primer lugar quiero agradecer su trabajo, digno de admiración y reconocimiento, llevo horas leyendo su blog y me parece simplemente genial, solo quiero aportar algún dato mas para apoyar su gran trabajo. En principio quiero aclarar el por que cada Arteaga es de arriba o de abajo, la mente siempre nos lleva a pensar que la mas alta sea la de arriba, por estar mas alta, y la de Abajo sea la que menos altura está, pero el ser de arriba o de abajo viene determinada por su posición con respecto al río, así es mucho mas fácil de entender y queda claro el por que se llama así cada una.
ResponderEliminarEl cortijo que hay abajo es el cortijo de Puentecillas, se construyó a principios del siglo por Ramón Flores (Don Ramoncico), persona relevante en la comarca, es Ascendiente de Samuel Flores, el famoso ganadero de reses bravas, mi abuelo mantenía una buena relación de amistad con Ramón Flores, de echo mi abuelo medio para la construcción de la fuente que había debajo de la noguera en Arteaga de abajo, o mejor dicho en la construcción del pilar como allí era conocido, los terrenos donde está construido el pilar eran de Ramón Flores y los cedió en beneficio de la Aldea, antes de construir el pilar tomaban el agua de una fuente que había mas abajo y con la construcción del pilar hizo la vida un poco mas llevadera a sus vecinos.
El molino de Puentecillas nunca llegó a moler y dejo su anécdota que aun perdura en los lugareños, cuando alguien tiene algún proyecto que no termina de materializar algún mayor te dice "ESTÁS COMO EL MOLINO DE PUENTECILAS, HARÉ, HARÉ, HARÉ, HARÉ" Y así a terminado sus días, sin hacer ni moler, solo para el deleite de los que lo admiramos.
Hay otro detalle que quiero añadir sobre el cementerio y su ubicación, su construcción se haría por los años 50, lo hizo un cuñado de mi abuelo que era de Casas de Lázaro, Bienvenido, los orígenes del cementerio parten de la caseta o mas bien refugio que hay en la esquina derecha de la foto del cementerio, se hizo a finales del siglo XIX, cuando la viruela hizo mella en la población de las aldeas y cortijos de alrededor, cuando alguien se infectaba lo hacían irse al refugio para que no se extendiera la viruela entre sus vecinos, tampoco eran abandonados a su suerte por completo, se les llevaban provisiones hasta un punto próximo al refugio y lo dejaban para que lo buscasen los infectados sin tener contacto con ellos, unos se salvaron y otros murieron, en el centro de lo que hoy es el cementerio iban enterrando los muertos por viruela y eran los mismos enfermos quien enterraban a los que se morían, hay una zona dentro del cementerio sin delimitar, sin ningún tipo cruz o tumba donde los lugareños sabemos que descansan los muertos de la viruela y ese fue el hecho por el cual se hizo cementerio en la zona de Arteaga.
Espero poder haber aportado un poco mas de "MEMORIA" a tan bonito blog.
Mis letras si son publicadas quiero dedicarlas a la memoria de Desiderio y Donata, siempre permanecerán en mi.
ResponderEliminarYa lo creo que aportas tu granito de arena y mucho a la memoria de Arteaga, Javier.
EliminarDatos y aspectos la mar de interesantes.
Fíjate que yo pensaba que lo de abajo y arriba sería por estar a más o menos distancia de Peñascosa, la cabecera municipal.
Es interesantisimo el cortijo de Puentecillas, digno de un estudio bien detallado.
Muy curioso lo del molino.
Y que decir de la historia y origen del cementerio.
Veo que a Arteaga de Abajo la nombras en alguna ocasión como la Aldea, ¿se la conocía así en el contorno?
Muchas gracias por dejar tan instructivo comentario Javier.
Ahí queda publicado a la memoria de tus abuelos.
Un cordial saludo.
Pues la maestra de la que habla Faustino, al final del artículo es mi madre, Teresa Cornejo Gago (doña Teresa, que es como hay que dirigirse a los maestros de antes) Nació en Villárdiga (un pueblecito de Zamora), pero creció en Baeza desde muy niña, a donde llegó con su padre, don Gumersindo Cornejo Diéguez, maestro nacionaltambién, su madre, doña Magencia Gago González, esposa de éste, y sus ocho hermanos, al comienzo de la Guerra Civil.
ResponderEliminarHoy, con 95 años sigue viviendo en Baeza y sus ocupaciónes son: leerse -si no estudiarse- la prensa diaria, hacer sudokus y crucigramas como una maquina, leer, sobre todo novela histórica (preferiblemente de Santiago Posteguillo), y hablar con sus nietos, que trabajan dispersos por los cuatro puntos cardinales del planeta, por WhatsApp.
Las piernas le van fallando un poco, pero la cabeza y el ánimo siguen pujantes.
Hola, hoy casualidades de la vida estaba hablando con mi madre que tiene su casita en Arteaga de abajo y seguimos veraneando en agosto unos dias,me contaba lo bellísima persona que era Doña Teresa jugaba con ellos y enseño a todos los niños en aquel momento unos más pequeños y otros mayores a los que enseño a leer y escribir en un solo año. Mil gracias a ella que enseño a mi madre lo que sabe. Me a alegrado mucho leer tu mensaje
EliminarBuenas tardes, como nieto anónimo de la susodicha Doña Teresa a la que me refiero con nombre de La Awela, te escribo unas palabras de agradecimiento en nombre de ella por tu comentario, como si lo mandara ella misma ya que la tengo a mi derecha tomándose una cervecica mientras hablamos de Arteaga. Me comenta que le gustaría poder contactar con su madre, por teléfono o por carta, para poder tener noticias del pueblo y de su gente. Un abrazo de Doña Teresa
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ResponderEliminarBuenas. ¿Podrías darnos información sobre el origen del nombre de este pueblo, dado que Arteaga es nombre vasco? Curiosamente yo resido en el barrio de Arteagabeitia en Barakaldo, que significa Arteaga de Abajo. Gracias.
Hola. Pues no te puedo aclarar nada. No soy entendido en toponimia y desconozco el origen del nombre de estas aldeas albaceteñas.
EliminarQuizá con el tiempo algún experto en la materia lea esta pregunta tuya y pueda resolver tus dudas.
Un cordial saludo.