Cruces (León)

En el extremo más occidental del Bierzo se encuentra sobre una loma la pequeña aldea de Cruces. Entidad local menor perteneciente al municipio de Barjas. Sus 1275 metros de altitud le hacían ser el barrio situado a más altura de los quince que componían el término municipal. También el más alejado de la cabecera municipal. Cien metros es lo que separa las edificaciones del limite provincial con Lugo. De ahí que las influencias gallegas hayan sido muchas en esta aldea y en toda esta zona berciana.
Situada a menos de un kilómetro de Albaredos, otra pedanía de Barjas con la que compartía algunos servicios como la escuela, la iglesia, el molino o las fiestas patronales.
En sus mejores tiempos llegó a contar con siete casas y una población de treinta y cinco habitantes en 1950.

Centeno, trigo y patatas eran sus principales producciones agrícolas.

"Cuando venía buen año sacábamos hasta seis mil kilos de patatas".
DALMIRO BARREIRO.


Iban a moler el grano al molino que había en Albaredos junto al río. En los últimos tiempos lo llevaban a la aceña de Ferramulín, en territorio lucense.
Había dos hornos para hacer el pan.
La ganadería se repartía entre vacas, ovejas y cabras.
Un tratante de Corullón venía a comprar los terneros mientras que uno de Braña hacía lo mismo con los corderos.

"Nosotros teníamos nueve vacas y un toro". DALMIRO BARREIRO.

Era costumbre matar entre tres y cuatro cerdos en cada casa en la época de matanza para tener alimento para todo el año.
Conejos, liebres y perdices eran los animales de monte que había por el terreno y a cuya caza se dedicaban algunos cruceños.

Contaban con abundante leña de roble para combatir los severos inviernos que por aquí se daban con nevadas que llegaban a alcanzar los dos metros de altura en algunas ocasiones.

A Casolla
Berbeito
Camino de Hórreos
Camino de Visuña
Carrozo de Quintela
Fozalbollo
Las tres rayas
O Atellin

**Son algunos topónimos de lugares comunes de Cruces que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**


No había escuela en Cruces y los niños en edad escolar bajaban a la de Albaredos.

"En mi época (últimos de los 40) acudíamos seis niños desde Cruces a la escuela. Allí nos juntábamos con los de Albaredos y los de Barrosas y seríamos una treintena en total. A pesar de estar cerca no volvíamos a casa a mediodía y comíamos junto a la escuela la comida que habíamos traído en una tartera". DALMIRO BARREIRO.

El médico residía en Barjas y en caso de mucha gravedad del enfermo había que bajar a buscarle con una caballería. En los últimos años ya utilizaba un coche.
Antonio, el cartero de Albaredos bajaba montado en caballo a por la correspondencia a Barjas y la repartía en Quintela, Barrosas, Albaredos y Cruces.

Participaban activamente de las fiestas de Albaredos en honor a San Cosme el 27 de septiembre. Uno de los días se hacía una alborada y un poco de baile en Cruces. Los músicos del pueblo lucense de Paderne (Os Padernes) amenizaron durante años los bailes en esta festividad.
La juventud cruceña no faltaba los domingos al baile que se hacia a nivel local en alguna de las cantinas de Albaredos con gaiteros del mismo pueblo a la vez que echaban unos tragos de aguardiente o vino.

"Mi hermano Pepe tuvo durante unos años una cantina aquí instalada en nuestra casa de Cruces. Era un lugar de mucho paso de gentes que iban y venían de las ferias de Ferramulín, de Pedrafita o de Seoane. También pasaban los madereros con los carros así como algunos peregrinos que atrochaban por aquí para enlazar con el camino de Santiago en Samos. Aquí podían descansar y echar unos tragos de vino, coñac, aguardiente. Se jugaba a la brisca o al tute". DALMIRO BARREIRO.

José, un comerciante de Barjas era el que abastecía de productos de primera necesidad que no tenían en la aldea. Venía un día a la semana con una furgoneta. También de Visuña venía otro vendedor ambulante.
Se aprovechaba los días de feria en Pedrafita do Cebreiro los días 5 y 21 de cada mes para llevar a vender productos alimenticios y de paso comprar lo que necesitaran.

"Un año fuimos mi hermano y yo a la feria de Pedrafita a vender una vaca y seis terneros. Tardábamos cuatro horas en hacer el trayecto". DALMIRO BARREIRO.

La vida era muy dura en estos confines del Bierzo. Todo quedaba muy retirado, malos accesos en invierno, nulos servicios, terreno muy áspero. La emigración fue vaciando este territorio berciano y Cruces no fue ajeno a ello, aún cuando hubo una casa abierta hasta bien entrado el siglo XXI. Los cruceños emigraron en los años 60 y principios de los 70 a Camponaraya, algunos más atrevidos probaron suerte en Suiza y Francia. Desde 1975 han vivido en solitario los hermanos Barreiro, Pepe y Dalmiro, además de la pareja de este último, Herminia, natural de Visuña (Lugo). Sobre el 2012 cerraron la puerta de su casa y se bajaron a vivir a Camponaraya.

Visita realizada en abril de 2023.

Informante: Dalmiro Barreiro, el último de Cruces (Conversación personal mantenida a la puerta de su casa en Camponaraya).

Punto y aparte. En esta mañana primaveral hago mi primera visita a esta apartada aldea leonesa. El lugar es abrupto, aislado. Desde Albaredos ya diviso algunas construcciones de Cruces sobre un alto del terreno. En quince minutos de caminar me planto en esta población casi gallega. El lugar es pequeño, pero muy pintoresco. Me encanta lo que veo de primeras. Un reducido grupo de edificaciones con el característico color oscuro de la pizarra que tanto se da en esta parte gallego-leonesa. La temperatura es fresca. Las vistas desde aquí son inmejorables, por un lado el cercano Albaredos y las sierras colindantes, miro a León, por el otro lado la Serra do Caurel, miro a Lugo. Contemplo los diferentes edificios que conforman la aldea, las casas siguen una tipología muy parecida: la vivienda en la planta de arriba a la que se accede por una escalera exterior quedando en la planta baja la cuadra para los animales. Alguna esta caída, otra está tapiada y un par de ellas se mantienen cerradas a cal y canto con signos de haber tenido presencia humana más reciente. Todo es de una calma y una quietud impresionante. La soledad te abraza aquí de manera comedida. Me siento en una piedra en el centro del lugar a contemplar, a escuchar el silencio y a dejar pasar el tiempo. Nada perturba el ambiente. Antaño fue un lugar de mucho transito pero hoy nadie ha aparecido por aquí. Antes había yentes y vinientes por necesidad de desplazarse de un lado a otro. El transeúnte de ahora es por ocio, por placer, por disfrutar de la naturaleza. Dejo que la imaginación me lleve a los años de ajetreo por aquí cuando se juntaban gentes de distinta procedencia y también imagino los rigurosos días invernales con la nieve bien presente. ¡Madre mía, que duro tuvo que ser la vida aquí! Ellos ya estaban acostumbrados, pero en cuanto conocieron otra vida mejor se fueron. No me extraña. El progreso se olvidó de llegar por estos lugares recónditos. Me levanto de mi "butaca" improvisada y sigo mi caminar. Cojo el camino de Visuña a ver que me encuentro. A pesar de no haber ninguna señal ni mojón de piedra se que ya he traspasado los limites provinciales y autonómicos puesto que la provincia de Lugo llega casi hasta las mismas casas de Cruces. El camino va en descenso y no me aporta una visión atractiva así que decido volverme otra vez para tierras de León. Pruebo suerte con el camino que me llevaría a Hórreos y Ferramulín también en tierras gallegas. Ando durante unos minutos contemplando mucho terreno montañoso y decido volver para el lugar objetivo de mi visita de estar hoy aquí: la solitaria aldea berciana de Cruces. Poco me queda por ver, simplemente contemplar nuevamente las edificaciones por ver algún detalle que se me hubiera podido pasar por alto y observar en la lejanía la Serra do Caurel. La visita toca a su fin. Muy grata impresión me llevo de la pequeña aldea de Cruces y del paisaje que lo envuelve. Lugar que ahora hará las delicias de los escasos senderistas o aficionados a la bicicleta de montaña que por aquí se aventuren. Pero no debemos de olvidar que los movimientos de transito que nosotros hacemos actualmente por estos lares como ocio y placer ellos lo hacían por subsistir.

Saliendo de Albaredos ya se divisan algunas edificaciones de Cruces sobre lo alto del cerro.



Llegando a Cruces por el camino de Albaredos. Es la entrada a la aldea por la parte leonesa.



Llegando a Cruces por el camino de Visuña. Es la entrada a la aldea por la parte lucense.



Un rustico cartel tallado en madera con el nombre de la aldea da la bienvenida al visitante.



Parte central de la aldea.




La última casa que se cerró en Cruces. Pepe, Dalmiro y Herminia fueron los que dieron vuelta a la llave.



Casa de María y Juan. En ella vivieron María Sobredo y Juan Barreiro, padres de Pepe y Dalmiro.



Casa do Milio.




Casa de Garrobas.




Fachada trasera de casa de Garrobas, era de trillar y la Serra do Caurel de fondo.



Tejados de pizarra.




Cuadra y pajar.




Horno de pan.




Lavadero.

5 comentarios :

  1. Hola Faustino,siento no haberte comentado antes esta entrada pero he estado liado estos días con las fallas,leyendo tu artículo coincido contigo en que es muy diferente hacer esos movimientos de tránsito que hacían sus habitantes que no tenían más remedio, a hacerlos por placer como se hacen ahora,por lo que aprecio en las imágenes,tuvo que ser una bonita aldea en sus mejores tiempos a pesar de la dureza del clima en invierno y la falta de servicios básicos,no es extraño que sus habitantes se tuvieran que buscar otra forma de vida más llevadera,como siempre,nos ofreces un bonito y detallado artículo,un abrazo.

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    1. Hola Roberto. No tienes que excusarte por no haber comentado antes. Faltaría más. Como si te quieres tomar un descanso y dejar de comentar durante unos cuantos reportajes. Mi gratitud es eterna para ti.
      Viendo estos días los telediarios con las fallas ya me imaginé que andarías liado con estas fiestas.
      Pues si, esta aldea tuvo que ser bonita ( y lo es ahora para los que vamos a visitarla por hobby) pero las condiciones de vida tenían que ser extremadamente duras. Por ello mi admiración para esta gente que salían adelante en medios tan hostiles.
      Los que vamos ahora, estamos un rato y vemos paisajes bonitos no estaría de más retrotraernos un poco con la imaginación y pensar que ellos no tenían tiempo para contemplar la belleza de las montañas sino buscar la manera de salir adelante con condiciones tan adversas.
      Un abrazo.

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  2. Buenos días:

    Cuando describe Ud. la dura vida de los habitantes de estos pueblos, es difícil, por no decir imposible, que los lectores más jóvenes puedan llegar, incluso a vislumbrar, el concepto de dureza a la que hace Ud. alusión. Para bien y para mal no lo pueden entender. Pero sí hay algo que repite Ud. a menudo y con el que se pueden hacer comparativas. Cuando se refiere al médico se le llamaba “En caso de mucha gravedad el enfermo”. Esto sí lo pueden valorar y lo debieran analizar.

    Lanzo una pregunta al aire: ¿cuántas personas fallecieron de las que podían haber vivido? ¿Cuántas madres que debían haber cuidado y amado a sus hijos fallecieron por enfermedades que eran tratables con una asistencia médica, digamos, “normal”?

    Atentamente,

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  3. Tejados de pizarra , me gustan especialmente porque ne mi zona también son así .
    El texto hace entender muy bien la lejanía de todo que debía de tener esta bonita aldea de bellas vistas

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  4. Bonita aldea Faustino. Me llama la atencio lo inhospito del lugar. Debían caer nevadas importantes y se debían quedar aislados muchas semanas. Seguro que no tenían problemas de comida. Lo que siempre me ha angustiado de estos lugares es si se ponían enfermos, en unos tiempos sin helicopteros ni apenas todoterrenos. Imagino que el médico sólo podía llegar en caballerizas. !Cúanto debemos a estos sacrificados profesionales y a los queridos maestros de escuela!

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