
A cinco kilómetros y medio de su cabecera municipal se asienta esta población entre viñedos y campos de cereal en plena llanura de La Manchuela.
Ubicada a 685 metros de altitud, algo más de veinte casas conformaron esta aldea alcalaeña. Poco contacto tenían con Alcalá a no ser por asuntos administrativos, si lo hacían más con Casas Ibáñez por tener mejor comunicación.
Contaron con luz eléctrica desde el año 1964 siendo alcalde pedáneo Juan Gómez Pardo. Ese día fue una fiesta por todo lo alto en Marimínguez. Fue inaugurada por el gobernador civil de la provincia, don Miguel Cruz Hernández, el cual fue recibido con gran entusiasmo por las gentes de la aldea. Se asaron varios corderos para agasajar a toda la comitiva que asistió al acto. Atrás quedaron los candiles de aceite y las lámparas de carburo como fuentes de iluminación.
Para consumo de agua tenían un pozo a trescientos metros. A las mujeres les tocaba ir a lavar la ropa al lavadero de Abengibre.
En los años 80 también recibieron la llegada del teléfono.
Trigo, cebada, lentejas y viñedos eran sus principales producciones agrícolas.
En temporada de la siega venían segadores desde Abengibre, Las Eras y Fuentealbilla.
Para hacer el pan, había un horno en la aldea que lo administraba un vecino de Casas Ibáñez. Luego ya dejó de hacerse el pan y se llevaba el trigo a la harinera de Casas Ibáñez donde les daban el equivalente en panes.
La ganadería quedaba en un segundo plano y solo tres casas contaban con ganado, el cual estaba conformado por ovejas y cabras. Venían carniceros de Abengibre y Casas Ibáñez a comprar los corderos.
Leña de almendro y los sarmientos de las cepas era la leña que utilizaban para calentar la lumbre de los hogares.
El médico se trasladaba desde Casas Ibáñez cuando era necesario hacer la visita a algún enfermo de gravedad.
También del mismo pueblo llegaba el cartero a repartir la correspondencia, aunque muchos días le ahorraban el trayecto pues cualquier vecino de Marimínguez que estuviera en el pueblo se las llevaba para la aldea.
Una hora tenían de trayecto a Casas Ibáñez cuando tenían que ir a hacer compras. Del mismo lugar aparecían vendedores ambulantes periódicamente ofreciendo mercancía variada, así como también venía alguno de Jorquera o Abengibre trayendo un poco de todo.
También a Casas Ibáñez acudía la juventud buscando un poco de diversión, así como asistir a las fiestas de la Virgen de la Cabeza en abril y a la feria y fiesta de San Agustín a últimos de agosto.
La fiesta propia de Marimínguez era el 19 de marzo, San José. Ese día se colocaba un altar junto a la escuela vieja y se celebraba misa por medio del cura que venía desde Jorquera. También había procesión con el santo por las calles de la aldea. Se celebraba un animado baile por la tarde con los músicos llegados desde Casas Ibáñez con trompeta, saxofón y batería entre otros instrumentos. La gente joven de Serradiel y Abengibre son los que más acudían ese día festivo a acompañar a las gentes de Marimínguez.
Marimínguez se vio azotado también por la crisis migratoria de los años 60 y 70 pero aun así resistió con vida hasta la década de los 90. Sus gentes se marcharon a Casas Ibáñez, Valencia y Barcelona debido a la mecanización del campo, la falta de servicios y la búsqueda de otra forma de vida.
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Informante: Antigua vecina de Marimínguez (Conversación mantenida a la puerta de su casa en Casas Ibáñez).
Visita realizada en mayo de 2022.
Punto y aparte. Lo primero que llama la atención al llegar a Marimínguez es la gran cantidad de naves que hay dentro de la aldea, aunque varías de ellas están en desuso, como también están inutilizados algunos vehículos que en su día dieron servicio pero actualmente encontraron aquí su "jubilación". Hay vida de manera eventual y parcial en Marimínguez como lo denota las propias naves que se mantienen funcionando, todos los terrenos circundantes sembrados y unas pocas casas que se encuentran en aparente buen estado para uso temporal, así como el cerramiento de algunos cobertizos y cocheras con puertas metálicas. A nadie vi durante mi estancia en la aldea, lo que achaco a que era domingo por la tarde y ya la gente que hubiera estado realizando alguna faena por la mañana se tomó el resto del día para descansar. Aunque si he de decir que del interior de una casa salía un ruido machacón que se repetía con frecuencia dispar, como si una persona estuviera haciendo algún tipo de trabajo de obra y golpeara con un objeto, pero la puerta estaba cerrada y no llegué a ver a nadie ni había vehículo alguno aparcado en las inmediaciones.
La temperatura es fresca, hay unas amenazantes nubes (que finalmente no soltaran agua en el tiempo que estoy por allí), el sol aparecerá tímidamente. La carretera pasa a poco más de cien metros de la aldea con lo cual a veces se oye el ruido de motor. Me adentro en el corazón de esta alejada aldea alcalaeña y contemplo una sucesión de edificaciones en ruinas alternadas con otras que se mantienen en buen estado. El naranja es el color que predomina en muchas de las fachadas debido al enfoscado que recubre las paredes. Las casas no siguen una tipología común ni tampoco hay un entramado urbano bien definido. Dos calles paralelas son las que toman más protagonismo. Camino por ambas hasta llegar a su final, poco más se puede avanzar porque las tierras sembradas están aprovechadas hasta la misma linde con las edificaciones. Por allí está el transformador de la luz en uso y en buen estado. Vuelvo otra vez hasta la parte central, después de pasar junto a un buen número de naves (alguna con las puertas abiertas y sin nada en su interior) me encamino al grupo de casas más próximos a la carretera, apenas tres o cuatro y una corta calle, poco hay que ver por aquí, pero si me llama la atención el nombre de la aldea incrustado en una placa de azulejo en una de la fachadas. Pone la nota pintoresca.
Continuo transitando por el trazado urbano de Marimínguez, cojo el camino que me llevaría a Alcalá del Júcar, ando unos centenares de metros pero poco me aporta de interés visual por aquí, así que decido volver, paso junto a la escuela nueva, no me puedo acercar porque está vallada, pero su diseño y su buen estado denota una más reciente construcción, casi pasa desapercibida a los ojos del visitante que no se imaginaria que estaría contemplando el recinto escolar de una aldea apagada.
La tarde va tocando a su fin, poco más hay que ver, sigo sin ver una presencia humana, los ruidos que anteriormente escuchaba en el interior de una vivienda ya no se vuelven a reproducir. Contemplo la bonita casa que preside el espacio central de la aldea, vuelvo a echar un vistazo a una de las calles, tratar de ver algún detalle nuevo en las fachadas pero no hay novedad. Llega la hora de marchar de Marimínguez, una aldea sin vida pero con signos de vida temporal.


Entrando en Marimínguez por el camino de Casas Ibáñez.

Vivienda con patio.

Casa en ruina.

Calle de Marimínguez.

Vivienda en buen estado exterior.

Vivienda en pie y edificaciones auxiliares en mal estado.

Parte central de la aldea.

Vivienda con sus edificios complementarios por detrás.


Viviendas.

Vivienda.

Doña Maruja fue la última en impartir enseñanza en este aula. Antes que ella lo hicieron doña Berta, doña Pilar o doña Úrsula entre otras. Se alojaban de patrona en casa de Herminia.

Edificaciones diversas.

Viviendas en hilera.

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