
Llegó a contar con una docena de casas en sus mejores tiempos pero solo dos casas llegaron a permanecer abiertas en los últimos años de vida del lugar.
Nunca llegó la luz eléctrica hasta sus muros, los candiles de aceite y más tarde los de carburo fueron sus fuentes de iluminación.
Para abastecerse de agua y las mujeres lavar la ropa tenían que desplazarse al barranco que pasaba por debajo del pueblo.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas principalmente de trigo y cebada. Iban a moler el grano al molino de Valduérteles.
La oveja era el animal sobre el que se sustentaba la base de su ganadería. Entrantes de Yanguas y Santa Cecilia aparecían periódicamente por el pueblo para comprar los corderos.
Inviernos muy duros con abundantes nevadas (que llegaban al metro y medio) padecía Villaseca Bajera. Contaban con poco arbolado en su término por lo que tenían que abastecerse de leña de aliaga para la combustión de la lumbre en las cocinas.
Por sus terrenos campaban los conejos que servían de reclamo para los aficionados a la caza.
Barranco de Valdegén
Camino de La Cuesta
El Cantadero
El Chorradero
Fuentesalvo
La Hoya
La Mata
La Serrezuela
Rivas
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Villaseca Bajera que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Para los oficios religiosos venía el cura de Bretún.
Don Diego, el médico de Villar del Río se desplazaba hasta Villaseca cuando la situación lo requería para visitar a algún enfermo de gravedad. Lo hacía montado en caballería. En el mismo pueblo residía el practicante.
Anselmo, el cartero de Villaseca Somera esperaba junto a la carretera la correspondencia que llegaba en el coche de línea Calahorra- Soria y la repartía en los dos Villasecas.
El kilómetro y medio que había hasta la Bajera lo hacía andando o en caballería.
Para los asuntos de forja bajaban a la fragua de Villar del Río.
A la cabecera municipal se desplazaban para hacer compras en los diversos comercios que había allí, además de farmacia, estanco y carpintería.
Los lunes acudían al concurridísimo mercado semanal de San Pedro Manrique del que le separaban unos nueve kilómetros. Llevaban lechones, huevos y pollos a vender y de paso compraban productos de todo tipo: alimenticios, utensilios o ropa. Volvían con sardinas, chicharros, bacalao, arroz, vino, etc.
Celebraban sus fiestas patronales en honor al Santo Cristo los días 17 y 18 de septiembre. Misa, procesión, la corrida del rosco y el baile eran los actos más representativos. Los gaiteros de Santa Cecilia eran los encargados de tocar los bailables a la luz de una hoguera con la que hacer pasar un buen rato de ocio a los presentes. Por allí aparecía la juventud de Villaseca Somera, Valduérteles, Villar del Río y La Cuesta. No faltaba el cordero a la hora de la comida, ni el zurracapote o los rosquillos. Era costumbre las partidas de tanguilla.
Algunos jóvenes bajaban los domingos al Villar donde había baile a nivel local.
En las noches de invierno era costumbre el trasnocho, velada que se realizaba en alguna cuadra o en la cocina de una casa, mientras que las mujeres hacían labores de costura, los hombres jugaban a la brisca o al guiñote.
Villaseca Bajera estaba condenado a engrosar por decaimiento la lista de pueblos deshabitados en las Tierras Altas. La temprana marcha de sus vecinos, unido a la dureza del terreno, la climatología, la ausencia de servicios básicos y las ganas de buscar una vida mejor que la que les ofrecía el campo fueron los condicionantes para que el pueblo fuera de los primeros en sucumbir a la sangría despoblacional que se iba a llevar por delante a numerosos pueblos del norte soriano.
Los villasecanos se fueron principalmente a Madrid, alguna familia lo hizo a Soria o al País Vasco.
Todo terminó para Villaseca Bajera cuando Felisa Santolaya, que estaba viuda y vivía con dos sobrinos cerró para siempre la puerta de su casa en el verano de 1961. Meses antes lo había hecho la otra casa que resistía en el pueblo, la del matrimonio que formaban Luis y Petra.
Desde entonces el pueblo entró en un letargo de abandono y olvido del que ya nunca más se recuperó.
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Informantes:
-Vecino de Villar del Río (conversación personal mantenida en una plaza del pueblo)
-Vecino de Valduérteles (conversación personal mantenida a la puerta de su casa)
Visitas realizadas en diciembre de 1991, febrero de 2004, diciembre de 2018 y agosto de 2022.
Punto y aparte. Fue el primer pueblo abandonado de las Tierras Altas sorianas que conocí. No estaba entre mis objetivos a ver aquel día invernal del año 91 pero como quiera que estaba al pie de carretera decidí hacer una parada y conocerlo. Fue de manera fugaz, sin mucho detenimiento, sus ruinas no daban más de si, así que pensé que ya tendría ocasión de verlo con más calma en próximas visitas a la zona.
Su silueta demacrada y moribunda que se iba divisando en la lejanía al descender del puerto de Oncala camino de la hondonada donde se asientan Villar del Río y Yanguas creo que nos llamó la atención a la mayoría de viajantes que nos adentrábamos por primera vez por aquellos abruptos terrenos de La Sierra soriana. Por lo menos a mi si me ocurrió. La mayoría de despoblados estaban ocultos tras algún monte o con pésimos caminos para llegar pero Villaseca Bajera no, estaba bien a la vista y con la carretera comarcal pasando a su lado.
He de decir que más o menos siempre lo he conocido igual, en mejor estado lógicamente años atrás pero no en exceso, ya mostraba una decadencia latente en sus ruinas.
Siempre pensé en como había llegado este pueblo a este estado tan debilitado de sus edificaciones. Y creo que la respuesta puede ser bien clara: el estar a pie de carretera hizo que los expoliadores, anticuarios y amigos de lo ajeno hicieran su agosto llevándose todo lo que pudieran tanto en el exterior como en el interior de las casas, si a ello se le añade la virulencia con que los fenómenos meteorológicos hacían su trabajo de desgaste, tenemos la explicación del estado deplorable que arrastran los edificios de Villaseca Bajera.
Pese a la buena comunicación que mantenía creo que no llegó a tiempo de "levantarse" y tener una segunda oportunidad de volver a la vida aunque fuera de manera temporal y para estancias veraniegas. El aceleramiento del mal estado de sus construcciones no permitió que una vez superado el lapsus de tiempo que iba entre los que se fueron y los descendientes que años más tarde se animaron a recuperar la casa familiar el pueblo volviera a tener un mínimo soplo de vida.
Curioso es que los dos Villasecas, compartiendo nombre y separados por un kilómetro y medio, uno pertenezca al ayuntamiento de Las Aldehuelas y el otro al de Villar del Río. Y curioso también son los caminos antagónicos que han llevado, Villaseca Somera fue también golpeado duramente por la despoblación pero consiguió sobrevivir y hoy día presenta un aspecto muy apañado y pintoresco, con buena afluencia de gente veraniega, además de mantener en buen nivel sus fiestas patronales, mientras que su vecina la Bajera cayó a los abismos del olvido.
Las dos últimas visitas realizadas con un intervalo de cuatro años me han permitido conocer con más detalle Villaseca Bajera. Las casas por un lado y la iglesia por otro son dos islotes entre campos de cultivo. La carretera que se dirige a Valduérteles parte el trazado urbano del pueblo en dos mitades. La iglesia a un centenar de metros, solitaria. Es la única edificación a la que se puede entrar a su interior, con sumo cuidado por su mal estado. Una hornacina horizontal en una de las capillas laterales y la bóveda del ábside son los elementos más destacados en un espacio donde el mal estado y la vegetación son los que imperan. Las viviendas todavía presentan algunos detalles en sus fachadas que las hacen distinguibles. No hay ningún tejado, solamente las paredes. Salvo la calle central (actualmente carretera) no presenta viales de mucha enjundia. Me tengo que conformar con lo que el transito urbano buenamente me permite ver, en algunos tramos la maleza y los escombros no permiten moverse con mucha soltura, salvo en el tramo central donde al pasar la carretera la vegetación no se ha hecho fuerte. El ruido producido por los vehículos que pasan por la cercana carretera de Soria a Yanguas es lo que rompe el silencio que debería ser la "banda sonora" en cualquier despoblado.
En estas cavilaciones ando cuando ya me voy dando cuenta de que la visita a Villaseca Bajera va tocando a su fin. No hay más que fotografiar ni más que observar. Me voy pensando en lo dura que tuvo que ser la vida en este lugar para que sus gentes se fueran tan pronto.


Entrando a Villaseca Bajera.

Viviendas en el lado izquierdo de la calle central.

Viviendas en el lado derecho de la calle central.

La última casa que se cerró en Villaseca Bajera.


Ruinas.

Vivienda.

Estampa acibarada de Villaseca Bajera al atardecer.

La iglesia parroquial de Santa Isabel.




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