
Un nido de águilas es este enriscado pueblo de Claramunt encaramado en una colina a más de 1.000 metros de altitud, al azote de todos los vientos, con un clima bastante frío.
Como su nombre en latín indica (Claro Monte), está situado en un terreno pelado, con poca vegetación.
Barranc de La Vileta
Barranc de Les Tarteres
Camps de Dalt
Collada del Casò
Els Forats
Els Joferies
Els Grèvols
Els Morrals
Els Perdigots
Els Prats
Font de l´Escolà
Font de l´Hort
Font de la Teixeta
Font del Pou
Font del Pradet
La Tassola
Les Planes
Lo Roure Sol
Lo Serrat Roy
Lo Tancat
Obac de La Vileta
Puny del Moro
Serrat del Trencs
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Claramunt que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Claramunt constaba de seis viviendas, formando una pequeña calle de entrada y dos pequeñas plazas, además de haber seis masías dispersas en su término municipal.
Tenían muchos problemas de abastecimiento de agua, pues tenían que ir a buscarla con el macho a una balsa situada a 20 minutos del pueblo.
No tuvieron nunca luz eléctrica (si llegó a otros pueblos de la comarca pero pasó de largo por Claramunt).
En sus tierras de cultivo se sembraba cereal (trigo, avena, centeno), todo ello en poca cantidad, teniendo además viñas, olivos y almendros.
La ganadería se repartía entre las cabras y las ovejas.
Había dos fiestas en el pueblo: Sant Pere el 29 de junio y la Mare Deu de la Mercé el último fin de semana de septiembre. Acudían gentes de las masías y de los pueblos de alrededor.
Se hacia una misa, una comida con los familiares venidos de fuera en la que no solía faltar el arroz con pollo y conejo.
Por la tarde-noche era el turno del baile en el que algún año de más bonanza estuvo amenizado por una orquesta de Salas de Pallars, otros años también subía el acordeonista de Eroles.
"El último año que se celebró fiesta en el pueblo vino un acordeonista del pueblo de Castigaleu (Huesca). El gasto para la fiesta ya no daba para mucho. Ya había poca gente y se veía que Claramunt agonizaba". TONET GASET
El cura subía una vez al mes a oficiar misa desde El Puente de Montañana, había que bajar a buscarlo con una caballería y volverlo a llevar después al Puente.
El médico subía en caso de mucha necesidad desde Tremp.
El cartero subía dos veces por semana desde el pueblo de Figols de Tremp.
La maestra si vivía en Claramunt, aunque la planta de arriba de la escuela estaba destinada a vivienda no hacían uso de ella, se alojaban de patrona en alguna casa.
Tremp y Puente de Montañana siempre fueron sus salidas naturales. A Tremp se solía ir por asuntos administrativos y a Puente de Montañana para comprar alimentos y utensilios, a ambos tardaban entre dos horas y media y tres horas por viejos caminos que ya se perdieron por falta de uso.
"En los últimos años cuando alguien quería ir a Tremp bajaba andando los cinco kiómetros que hay hasta el cruce de la carretera para coger el coche de linea de la empresa Alsina que pasaba a las nueve de la mañana y que hacia el recorrido de Les a Tremp". TONET GASET.
La falta de servicios básicos como la luz y el agua, las malas comunicaciones que tenía el pueblo y las ganas de buscar otra alternativa de vida fueron el caldo de cultivo perfecto para propiciar el abandono de Claramunt. Hecho que aconteció en los años 60 y 70, emigrando principalmente a Tremp y a Barcelona.
"Yo tenía treinta y cinco años cuando se marchó la gente de Claramunt".
TONET GASET.
Tonet Gaset de Casa Pubill de 72 años y con la única compañía de un número considerable de perros, se encarga de que su pueblo no muera definitivamente mientras él pueda, pues se encarga de arreglar las calles, sube a los tejados a reparar las tejas dañadas y mantiene en buen estado las viviendas, pero la falta total de infraestructuras (sin agua ni luz) y una salud cada vez más precaria están haciendo mella en este símbolo de la resistencia frente al medio físico.
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Visitas realizadas en septiembre de 1997 y en noviembre de 2009.
Informante: Tonet Gaset de Casa Pubill, el último de Claramunt. Memorable tarde pasada en su compañía, recorriendo todos los rincones del pueblo y hablando de un pasado que se fue.
Punto y aparte. En este año de 2009 que esta cercano a terminar es mi segunda visita a este solitario y lejano lugar de Claramunt perdido en los confines del Pallars Jussà.
Doce años han transcurrido desde aquella mañana otoñal de 1997 que llegué por primera vez hasta sus muros después de una hora de caminata desde el Coll de Montllobar.
Allí conocí por primera vez a Tonet Gaset, el robinsón de Claramunt. En aquella ocasión estaba conversando en la parte baja del pueblo junto al cementerio con una pareja de guardias del Seprona. Después de los saludos de rigor y de interesarse y extrañarse (los tres) de que un madrileño se aventurara a explorar estos parajes abruptos y poco frecuentados, hablamos de temas triviales, de Claramunt y de otros despoblados cercanos a Tremp. Ellos se van (los tres) hacia un terreno que desconozco (motivo parece ser de la visita de los agentes por allí).
Yo me encamino a visitar el corazón de este enriscado núcleo.
Allí quedé prendado de la singular y sencilla belleza de Claramunt, articulado en torno a una única calle y dos plazas.
Algo más de una hora después hago el camino de bajada y me voy alejando del pueblo en dirección a la carretera donde tengo estacionado el coche.
Tonet y sus acompañantes no aparecieron, ni me encontré con ningún vehículo en el trayecto.
En esta tarde otoñal de 2009 hago mi segunda visita a Claramunt.
Tenía la incertidumbre de si seguiría Tonet por allí pero un señor en Eroles me confirma que si, que por allí anda todavía el solitario de Claramunt.
Voy a buen paso porque tengo una hora de caminata y los días en esta época del año son cortos. El tiempo juega en mi contra.
La silueta lejana del pueblo en posición dominante sobre una colina me va acompañando en mí caminar, pensando en lo que vi en mi primera visita y expectante por ver como lo voy a encontrar ahora.
Son poco más de las cuatro de la tarde cuando llego hasta la última rampa de acceso que me adentrará en el trazado urbano de Claramunt. Casa Vilafranca, hermosa y altiva es la que da la bienvenida de acceso.
Una orquesta de ladridos ya se está haciendo oír, han advertido de mi presencia. Pero ningún perro sale a incordiarme o a saludarme. Parece que están todos encerrados.
Enseguida llego hasta su coqueta plaza. Todo igual, la escuela, casa Daniel, el horno...
Pero algo ha cambiado. Hay una verja de acceso a la segunda plaza donde están el resto de las casas y la iglesia.
El alboroto que forman los perros con sus ladridos va en aumento, pero no veo ningún ser humano. No estará Tonet? La puerta de su casa está entreabierta, sale y entra algún perro pero ni rastro de él.
Me asomo por detrás de la escuela, contemplo el precioso (pero arisco) paisaje de montes y barrancos, con alguna masía desperdigada. Dura la vida en estos solitarios parajes.
Vuelvo hacia la plaza, me asomo otra vez a la verja, los perros vuelven a ladrar con fuerza ante mi presencia y en estas ya si veo que se asoma Tonet por un balcón de su casa. Le hago una señal de saludo con la mano. Se mete para adentro y al cabo de unos segundos sale por la puerta de la calle. Se arrima a la verja. Le saludo nuevamente, le comento el motivo de mi estancia allí, le recuerdo de mi anterior visita y de como le conocí cuando estaba junto a unos agentes del Seprona. No se acuerda lógicamente de ese frugal contacto de años atrás, pero me abre la verja y me invita a pasar al recinto interior. La verja la ha puesto el ayuntamiento de Tremp para que tenga controlados a los perros, me explica. Me dice que no sabe el número exacto de animales que tiene pero que ha llegado a tener hasta sesenta. Cuando da a luz alguna perra me da pena deshacerme de los cachorros y los dejo con los demás, es su explicación ante el número tan considerable de canes que le hacen compañía.
Me invita a entrar al interior de la iglesia. Sencilla, pequeña. La pila bautismal, el coro, la pintura desgastada de las paredes, diversos objetos eclesiásticos de escaso valor sobre el altar mayor, figuras religiosas sobre peanas...
Me llama la atención que el suelo sobre el que pisamos es una alfombra de almendras, en gran cantidad a modo de tapete, todo el suelo cubierto. Iba recogiendo almendras estos años y como no tenía donde meterlas las eché aquí, me comenta.
El interior del templo sobrecoge y no puedo por menos de imaginarme el día de la Festa major con el pequeño espacio interior atestado de feligreses oyendo el sermón del mosén. Los amigos de lo ajeno se llevaron el retablo y un mueble donde había prendas sacerdotales un día que yo no estaba aquí, me dice con amargura.
Salimos al exterior, donde recibimos de nuevo la luz solar. Llegamos otra vez hasta la pequeña plaza donde está su casa. Le digo que me gustaría hacerme una fotografía con él para tenerla de recuerdo. Accede impasivo, ni le disgusta mi petición ni tampoco muestra entusiasmo. Lo toma como algo rutinario, como si formara parte del peaje de mi visita a Claramunt. Pongo la cámara fotográfica sobre una repisa y acciono el automático, me coloco junto a él, pero los perros inquietos y curiosos trepan sobre la repisa y empiezan a olisquear y a curiosear sobre la cámara de fotos y no conseguimos mi objetivo. Tonet se pone enérgico con los animales, les da unas voces y estos se retiran un poco. Por fin podemos "inmortalizar" el momento tan honroso y gratificante para mí de poderme hacer una foto con este hombre de cuerpo gastado, de rostro curtido y de serena y reposada presencia.
Salimos fuera de la verja, la cierra para que no salgan los perros y hacemos un pequeño recorrido por el pueblo. Me va mostrando rincones y explicándome detalles: aquí se ponía el músico en las fiestas, por allí se atajaba para subir al pueblo, menudos panadones se hacían en el horno...
El tiempo va pasando (muy deprisa cuando estas a gusto), el sol hace rato que se ocultó, la noche está al caer. Estamos en la parte baja, junto a casa Vilafranca, oteamos el horizonte, el camino de ida/venida al pueblo, la adustez del paisaje, la Conca de Tremp en la lejanía. Mi visita a Claramunt toca a su fin. Tonet me comenta que me va a pillar la noche de regreso hasta la carretera. Lo sé y no me importa, he pasado una tarde mágica con Tonet Gasset, el último de Claramunt, un "rara avis" en el siglo XXI, dando la espalda al confort y al bienestar, pero en concordancia con lo que él desea y como dice a modo de epílogo: tengo casa en Tremp pero este es mi pueblo y mi sitio está aquí mientras pueda.
Me despido de Tonet, le doy las gracias y le digo que he pasado una buena tarde en su compañía. Muy bien, es su escueta respuesta. Me desea buen retorno y que tenga cuidado en el camino con los imprevistos que me puedan surgir en la oscuridad de la noche que está encima.
Voy descendiendo por el camino, me voy alejando cada vez más de Claramunt, a pesar de la penumbra nocturna todavía alcanzo a distinguir la silueta alargada del pueblo en las alturas del terreno.
Allí alguien se estará calentando en la lumbre del hogar escuchando el transistor para ver lo que acontece en el exterior y recordando la compañía del forastero que ha venido hoy al pueblo y que le ha servido para salir un poco de la rutina.
Me alejo cada vez más con la sola iluminación que me aporta la luna que está en fase creciente (eso creo porque no soy un entendido en la materia). No me importa, el camino está bien marcado y es suficiente para llegar sin contratiempo hasta la carretera del Coll de Montllobar donde tengo el coche.
**En el año 2012 Tonet Gaset se marchó definitivamente de Claramunt bajando a vivir a Tremp**
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Claramunt en 1997.

Vista de Claramunt desde el Coll de Montllobar.








"Cuando se cerró la escuela fue la puntilla para el pueblo puesto que las pocas familias que ya quedaban y que tenían algún hijo en edad escolar al tener que enviar a sus hijos a estudiar fuera prefirieron irse con ellos". TONET GASET.

Fachada trasera de la escuela.




La iglesia de Sant Pere, construida sobre la roca.

Pórtico de la iglesia.


Horno comunal.
"Aparte del pan, las mujeres hacían unos brazos de gitano y unos exquisitos panadones (tortas rellenas de verdura) que estaban para chuparse los dedos". TONET GASET.

Por la misma calle de entrada hay que salir.




Ermita de Santa Llúcia de La Vileta.

Interior de la ermita.