
Las Ruedas de Enciso es (de momento) el último pueblo en sucumbir forzadamente a los caprichos de las administraciones que en forma de pantanos van dejando un reguero de destrucción, sumergiéndolos bajo las aguas, aunque en este caso ni ese consuelo quedará siquiera, pues el pueblo esta en proyecto de demolición y en fechas próximas quedará reducido a escombros.
Daño irreparable el que se va a hacer a una población, atrás quedaran años de vida, de sacrificios y un patrimonio arquitectónico, paisajístico y cultural echados a perder caprichosamente.
Vamos a perder no ya solo uno de los deshabitados más hermosos de La Rioja sino de toda España. Un autentico deleite para la vista, arquitectura popular en estado puro, rincones fotogénicos por doquier. Esa maravilla de calle única que vertebra el pueblo descendiendo hacia una bellísima plaza no tiene parecido que se precie. Por no hablar del río Cidacos con su preciosa alameda que se contornea al paso del pueblo.
Ubicado en una curva de un estrecho valle que forma el Cidacos, llegó a contar con más de cuarenta viviendas que se dedicaban al cultivo de trigo, cebada, centeno y legumbres principalmente en la agricultura, teniendo las ovejas y las cabras como referente en la ganadería.
Otra fuente de ingresos importante para los vecinos eran las fábricas textiles que había en Enciso que daban trabajo a numerosas personas de toda la comarca.
Alto Majamonteros
Alto de Robollar
Bancerrillo
Bangutierez
Barranco del Collado
Barranco Los Llanos
Clamartin
Collado San Julián
El Achar
El Cabezo
El Ebido
El Engeño
El Hebranco
El Horcajo
Fuente del Hoyo
Fuente Sancho
Hoyo de la Llana
La Alameda
La Hoyuela
La Ladera
La Perdiguera
Las Sauceas
Los Parrales
Los Ulagares
Los Umbriazos
Monte Nocedillo
Monte Mancero
Palomarejos
Peñarrando
Zapatera
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Las Ruedas que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Celebraban sus fiestas patronales el 8 de septiembre en honor a Nuestra Señora de los Remedios.
"Duraba la víspera y dos días. La organizaban los mozos del pueblo, había misa y baile, se hacía zurracapote, se hacían rosquillas, sobadas, bizcochos de San Jorge, en todas las casas se mataba algún animal para celebrarlo, una oveja, un cordero o un pollo. Todo el mundo la esperaba con gran alegría. El baile era amenizado por Santos de Garranzo con el clarinete y el tambor de Indalecio del pueblo soriano de Leria. Santos renovaba su repertorio y tocaba las canciones de moda. En la misa, durante la Consagración, tocaba el himno nacional. Como Santos tenía que soplar mucho, entre baile y baile se jugaba al corro, cantando La Tarara, La Flor del Romero, etc. Se bailaba en la curva de la carretera, en aquellos años no pasaban muchos coches, si llovía nos poníamos a resguardo en el pórtico de la iglesia que estaba al lado. Había baile por la mañana, tarde y noche. Cuando acababa íbamos a comer o cenar, nadie se quedaba solo, a todos los forasteros se los invitaba en una casa u otra. Mi madre siempre tenía preparado algo para algún mendigo que aparecía y le servía la misma comida que nosotros en la mesa de piedra del patio del molino, era muy menesterosa.
Por la noche, después de terminado el baile, cuando todo era silencio, los mozos que tenían su guitarra, iban haciendo una ronda por el pueblo cantando debajo de las ventanas de las mozas, se inventaban ellos las coplas y algunas eran un poco gamberras.
A la mañana siguiente se solía dar el ¨mantazo¨, mozos y mozas madrugadores iban por las casas hasta el dormitorio, sacando al rezagado/da de la cama de un modo nada amable. Colchón y cuerpo al suelo.
El segundo día de fiesta era el día de los casados, siempre había algunas que se disfrazaban zarrapastrosamente y se metían con las más ¨finolis¨.
Acudían de todos los pueblos cercanos: de Garranzo bajaba toda la juventud, eran muy animados, me encantaba el olor que desprendía el ramito de albahaca con un clavel que se ponían muchas mozas en el pecho, también venían de El Villar, de Poyales, de Enciso, de Peroblasco, de La Escurquilla, de Arnedo y de los pueblos sorianos de Leria, La Vega y Yanguas.
Al tío José, le encantaba organizar carreras de sacos, soltar globos, etc". MAGDALENA MARTÍNEZ.
Tenían una segunda fiesta patronal o fiesta pequeña como era San Jorge el 23 de abril.
"Para San Jorge se hacia una gran hoguera la víspera, para ello los niños y niñas de la escuela íbamos con unos días de antelación a un montecillo llamado el Lote y arrancábamos jaras, que aquí las llamamos estrepas y las traíamos al pueblo amontonándolas delante de los muros del cementerio viejo, al lado de la iglesia, y además el mismo día de la hoguera pedíamos a todos los vecinos su colaboración con leña, que también transportábamos al montón. Resultaba una hoguera preciosa.
Como San Jorge era ¨el meón¨ porque siempre llovía, esa noche se aprovechaba para ir a buscar caracoles. Era curioso ver por los huertos de regadío lucecitas aquí y allá, de los faroles con cristales que se alumbraban con una vela, de la gente que los buscaba. Al día siguiente se comía la caracolada".
MAGDALENA MARTÍNEZ.
Pero no acababan aquí los días festivos para Las Ruedas porque había otras celebraciones menores.
"El día 2 de octubre se celebraba la fiesta de Gracias. Se hacia una misa y procesión por la tarde, sacando a la virgen del Rosario, a la que se le ponían unas manzanitas colgadas de la mano y se cantaba el rosario por todo el pueblo. Había también baile pero solo un día.
En febrero se celebraba la fiesta de Las Candelas, que era la de los mozos. Por esas fechas ya se había hecho la matanza del cerdo, los jóvenes recorrían las casas con el ¨pinchón¨, pidiendo La Tajada. El pinchón consistía en una vara de hierro acabada en punta donde colocaban todo lo que la gente donaba; morcillas, chumarros (tocino delgadito con poca grasa que asadito está muy rico), chorizos, etc. Mi madre siempre guardaba el ¨morcillón¨ para dárselo a los mozos, estaba hecho con la tripa más grande del animal. Solían hacer una hoguera y lo asaban todo, también invitaban a las mozas.
El domingo de Pascua de Resurrección era la de las mozas, se iba por las casas pidiendo el huevo, se hacían con ellos rosquillas y se hacía en una casa la comida, donde también se invitaba a los mozos. A la salida de misa se quemaba el Judas (muñeco confeccionado con ropas viejas).
El jueves Lardero o de Piñata era de los niños. Nuestras madres nos hacían unos bollos con chorizo y huevo. No tienen nada que ver con los que se hacen ahora. Se sacaba el ¨tallo¨ del chorizo de una olla donde estaban guardados con la manteca del mismo cerdo; bien de manteca, que se derretía un poco y se añadía a la masa del bollo, introduciéndole el chorizo y un huevo con cáscara, crudo. Se le daban formas caprichosas y era la delicia de los chiquillos que no teníamos escuela el jueves para ir al campo a comerlo". MAGDALENA MARTÍNEZ.
A Enciso acudían con mucha frecuencia los vecinos de Las Ruedas dada su cercanía y ser un pueblo importante. Se iba a vender leche, huevos, leña, etc. y también a comprar pues aunque había tienda en el pueblo, las de Enciso estaban más surtidas. El domingo era el día de mercado en Enciso que recibía gentes de todos los pueblos de la comarca.
A Enciso también se desplazaban los jóvenes en la tarde-noche de los domingos para bailar en un salón de baile, amenizado por la banda de música del pueblo.
Los hombres de más edad se quedaban en Las Ruedas y acudían a la taberna de la Tanis y jugaban al mus, con su porroncito de vino.
El cura venia desde el pueblo de Garranzo.
"Don Valentín bajaba desde el pueblo de Garranzo montado en su borriquito, que lo llevaba muy enjaezado. Al terminar la misa, mientras desayunaba en casa de mis padres, mi hermana Margarita y yo cogiamos el burrito y nos dábamos un paseo por los alrededores del molino.
Cuando murió don Valentín fuimos atendidos por el coadjutor de Enciso, madrugábamos mucho en verano para la misa pues siempre la querían hacer antes de que la gente se fuera a las faenas del campo, además de que el cura tenía que atender varios pueblos". MAGDALENA MARTÍNEZ.
El médico venia de Enciso, había que ir con una caballería a buscarlo, de allí también venia el veterinario.
Había cartero residente en el pueblo. El correo llegaba sobre las 15 horas, en el autobús de línea Calahorra-Soria. El envío de correspondencia se hacía sobre las 13 horas en el autobús de Soria-Calahorra. Había también otro autobús en esa misma dirección ¨La Exclusiva¨ que pasaba por Las Ruedas a las 8 de la mañana en dirección a Soria y por la tarde hacia el camino de vuelta a Calahorra pasando por el pueblo a las 7 de la tarde.
Transeúntes de todo tipo pasaban por Las Ruedas como eran los mencheros o traperos. En aquellos años se reciclaba todo, hasta las suelas de goma de zapatillas y alpargatas. Iban vendiendo objetos de barro y loza que se cambiaban por trapos viejos (menchos), papel, suelas o lo que la gente les quisiera dar: patatas, pan, etc.
También venían arregladores o componedores, estañaban las cazuelas de porcelana que se salían (estaban ¨escorcorronadas¨), los calderos de cobre, los somieres de las camas los estiraban, los paraguas, todo lo arreglaban. Eran familias de gitanos que recorrían los pueblos con sus carros.
Mención también para los copleros, que cantaban y vendían los cancioneros y la gente les daba comida.
El cierre de las fábricas textiles de paños y zapatillas que había en Enciso afectó de lleno a Las Ruedas y demás pueblos de la comarca. La primera se fue a Logroño (Textil Quemada) y la segunda (Tres Pies) fue en declive hasta desaparecer.
Esto acabó llevando a muchos vecinos de Las Ruedas camino de la emigración y así sus vecinos marcharon principalmente a Arnedo y a Logroño.
Para el año 1967 se acabó el ciclo de vida humana en Las Ruedas después de cientos de años, con la marcha de la última familia que quedaba: el matrimonio formado por Ángel Rodrigo y Martina Benito y sus tres hijos: Ángel, Pepi y Rosa Mari. Se fueron para Logroño.
En la década de los 70 el pueblo estaba prácticamente sin vida, solo algunos vecinos seguían yendo a trabajar las tierras y es a últimos de esta década y primeros de los 80 cuando Las Ruedas vuelve a recobrar vida con la vuelta de los hijos del pueblo que volvían para vacaciones, además de forasteros que compraron algunas casas y las rehabilitaron buscando unos alicientes paisajísticos y de tranquilidad que no se daban en otros pueblos.
Se recuperaron algunos huertos, se limpiaron los antiguos regadíos y se hizo una nueva traída de agua al pueblo.
Se formó la Asociación de Amigos de Las Ruedas para dar un impulso al pueblo, se arreglaron las casas y los vecinos acudían los fines de semana.
Se recuperó la fiesta de Nuestra Señora de los Remedios celebrándola el primer domingo de septiembre. Se hace misa y procesión, se reparten los bollos ruedeños, se rifa un jamón, no falta el zurracapote, se realizan juegos infantiles y por la noche música con La Charanga Siete Valles de Logroño. Se hacía caldereta de cordero en la chopera del pueblo reunidos en familia.
Desde Arnedo subía el panadero y fruteros en furgonetas que iban hasta Yanguas, tambien de Arnedillo venían vendiendo el pan.
El pueblo había recobrado vitalidad y alegría.
Pero.....
"Como en los cuentos, la dicha no dura mucho en la casa del pobre. Aparece el proyecto de la presa del Cidacos y esta es la espada de Damocles que desde finales de los 80 está amenazante sobre Las Ruedas. Al crear la Asociación esperamos obtener ayudas comunitarias como gozan los demás pueblos de la Rioja, pero siempre encontramos la misma respuesta, que es zona inundable y que será en breve anegada por las aguas, no se puede despilfarrar el dinero público, incluso para obtener el mínimo servicio como es el del agua y la luz. Pero el tesón de los ruedeños es más fuerte y nos lo proporcionamos nosotros mismos".
MAGDALENA MARTÍNEZ.
En el año 1995 se ejecutó el desvío de la carretera y se hizo la expropiación de los terrenos rústicos.
Las obras del pantano comenzaron en 2009 y esto supuso un desanimo muy grande entre la gente que poco a poco iban mermando en sus visitas al pueblo.
"El pantano nos ha matado, la gente ha dejado de venir a sus casas, ni siquiera en fines de semana, el año pasado (2012) la fiesta ya fue muy descafeinada, acudió gente, aunque solo tres familias nos quedamos a dormir esa noche en el pueblo. Daba mucha pena verlos marchar después de la misa. Nada queda ya de la ilusión que tuvimos tiempo atrás". MAGDALENA MARTÍNEZ.
Así hasta llegar a la actualidad, con la carretera cortada, el pueblo sometido a un proceso de demolición, por lo que se ha visto afectado por un expolio brutal y como siempre la expropiación se ha hecho de mala manera, no tasando las viviendas y las fincas con su valor real, algunas familias aun no han cobrado y andan en pleitos con la Confederación del Ebro.
Tanta prisa por desalojar cuando las obras están prácticamente paradas y no se sabe cuál será la fecha de su finalización.
Muy triste final para Las Ruedas de Enciso.
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Visitas realizadas en mayo de 1995, marzo de 2007, abril de 2010, abril de 2013 y mayo de 2017.
Informante: Magdalena Martínez del Molino Gil (Conversación personal mantenida en su casa de verano de Las Ruedas, así como en diversos contactos por correo electrónico).
-Los topónimos están extraídos de la página web Errioxa. Luis Manuel Fernández: "Recopilación de topónimos de Enciso, Las Ruedas..."
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
**Desde 2017 Las Ruedas de Enciso ya no existe como pueblo. Fue derribado y el lugar donde estuvo ubicado se encuentra cubierto por las aguas del pantano**
Punto y aparte. Me llegan noticias de que en este año 2017 va a llegar el inminente derribo (demorado y anunciado desde años atrás) de Las Ruedas. Dos meses antes de que esto suceda hago mi última visita a este lugar que tanto me cautivó en la primera visita allá por los años 90. Fue el primer despoblado riojano que conocí. Esa calle principal que vertebra el pueblo y desciende hasta la plaza fue un fogonazo en mi retina y en mi mente. Sorpresa, emoción, tristeza, entusiasmo... muchos sentimientos y sensaciones se agolpaban en mi cabeza según iba adentrándome en las entrañas de este pueblo. Tramos de arquitectura popular en estado puro, rusticidad, empedrado, estrechez, calle que se prolonga sin tener fin y sin apenas salidas laterales, no se ve el final, la calle se retuerce y gira a la izquierda desembocando en una preciosa plaza. Cielo encapotado, la tarde a punto de desvanecerse. Silencio indescriptible, rumor del viento haciendo "bailar" las ramas de los árboles próximos al río, el Cidacos, el molino en la otra orilla, sensación embriagadora de soledad. Demasiados factores (y todos positivos) como para no "enamorarme" de este bellísimo lugar. En años posteriores seguí visitando el pueblo cuando estaba por la zona. Ya desapareció lógicamente el factor sorpresa sobre lo que me iba a encontrar, factor que solo se da en la primera visita, pero si seguían presentes todos los demás. Ha sido de estos deshabitados que a pesar de la situación tan cruel por la que estaba pasando de estar abocado a desaparecer siempre me ha aportado mucha energía positiva. Me he encontrado muy a gusto paseando por sus calles y saboreando todos sus rincones. En este mes de mayo del 2017 desciendo desde la carretera para ver una vez más Las Ruedas. Sé que será mi última visita. El derribo y posterior llenado de agua del embalse es inminente. No quedará rastro alguno del pueblo. No quedará el consuelo siquiera de ver sus escuálidas ruinas cuando baje el estiaje de las aguas como si sucede con otros pueblos que han tenido el mismo infortunio en años anteriores. Voy a descender por última vez por "mi calle". Antes de ello observo que hasta la solitaria vivienda junto a la salida del pueblo hacia Enciso y que habitó en los últimos años Peter, un inglés que decidió vivir en el pueblo de manera precaria se encuentra abierta y visible su interior. Curiosamente no coincidí nunca con esta persona en mis visitas a Las Ruedas, pero si lo vi e intercambié unas breves palabras con él por dos ocasiones en Enciso. "Mi calle" sigue siendo especial, pero ya la veo de manera diferente. Ha crecido la vegetación, alguna pared se ha caído. Las casas rehabilitadas que hasta hace poco guardaban celosamente su intimidad porque seguían siendo visitadas por sus propietarios ya han perdido toda su privacidad y sus puertas abiertas de par en par. Entro en alguna de ellas. Lo que no se llevaron sus dueños, ni los expoliadores, ni destrozaron los vándalos sigue inerte en su interior. Muebles de diseño más reciente, utensilios, enseres... allí se quedan esperando el sueño eterno que llegará pronto. En la plaza más de lo mismo, restos de muebles en la calle, juguetes tirados por el suelo... No hay nada que hacer. Cruzo el Cidacos y llego hasta el molino Gil y la casita adyacente que con tanto esmero y entusiasmo conservaba Magdalena. Todo revolcado, destrozado. Entro al molino y no puedo más que sentir una gran aflicción. Toda la maquinaria presente en esta gran obra de ingeniería hidráulica y que parece como si estuviera resignada a su suerte y condenada a difuminarse. Sé que es difícil, pero no se podría haber hecho algo más por haber salvado lo que había en el interior del molino? Cruzo otra vez el río y entro a la plaza por una calleja lateral. Observo, contemplo. Los detalles que no perciba ahora ya no habrá una siguiente oportunidad. Viviendas que fueron remodeladas, lugar idóneo para los meses de verano. Qué bonita plaza para compartir espacio con el vecindario y con el que llegara hasta aquí. Ya todo a la espera de que acaben convertidas en escombros. Entro al edificio del ayuntamiento. Una mesa camilla en el centro y un largo banco corrido contorneando la pared permanecen como sobrevivientes de lo que un día fue lugar de reunión de los ruedeños. De organizar los trabajos comunales, de preparativos de las fiestas, de las decisiones que afectaban al pueblo. Salgo al exterior, un último vistazo a la plaza y enfilo la calle de subida, miro a derecha e izquierda, contemplo. Entro al horno comunal, otro lugar de reunión social. Subo la calle, voy mirando para atrás. Me paro justo donde hice la fotografía que elegí para servir de imagen de cabecera para el blog. No es igual. Ni las sensaciones, ni los edificios, ni la atmosfera reinante, nada. Contemplo y me voy. Termino de subir la calle hasta donde antaño pasaba la carretera, subo por entre los corrales y pajares y voy dejando atrás el pueblo. No paro de mirar para atrás. Al llegar cerca de la nueva carretera busco una piedra de buen tamaño y me siento a contemplar por última vez. Cuando vuelva a pasar por aquí ya veré una masa informe de agua. La gente foránea y ajena a estos avatares no imaginará que ahí hubo una vez un pueblo. Un hermoso pueblo donde muchas personas pasaron allí los mejores años de su vida. Siempre me haré la misma pregunta: ¿No se podría haber hecho algo más para salvar a Las Ruedas de ser condenado a desaparecer del mundo de los vivos?
Vista aérea de Las Ruedas en un año por determinar.


"Era una taberna donde todo el mundo paraba, la gente se sentaba en unos bancos frente a unas mesas bajitas y largas forradas de zinc y le servían el vino en porrón o en bota. También los hombres acudían a jugar al mus los domingos. Recuerdo que las piedras del mus eran piritas pequeñitas que se encontraban por el río, las llamábamos resplandos. En la tienda vendían de todo, desde ramales para las caballerías, albarcas, alpargatas, hasta agujas de coser, caramelos, cacahuetes, etc.
Tanis se quedó con la taberna cuando sus tíos (Ruperto y Mónica) murieron. Era una mujer muy animosa, amante del pueblo. Era un aliciente ir en las tardes del verano a tomar el porroncito de cerveza con gaseosa acompañado de cacahuetes o aceitunas. Pese a que el pueblo estaba casi vacío por el éxodo, ella en el verano proporcionaba lo imprescindible para refrescar el gaznate.
Cuando murió por los años 80 todos la echamos mucho de menos".
MAGDALENA MARTÍNEZ.

Foto cedida por Carlos Sieiro
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Remedios. Fue derribada para que los camiones de gran tonelaje que llevaban las vigas del muro de la presa pudieran doblar la curva de la carretera.
"Aquel día me levanté muy pronto, sabía que iba a ocurrir algo anunciado desde hacia tiempo, la víspera me lo comentaron ¨mañana a las 9 tiran la iglesia¨, estuve sacando las últimas fotografías a los muros que tantos recuerdos me traían, cuantas veces en derredor de ellos habíamos jugado todas las generaciones de chiquillos que por el pueblo habíamos pasado. La parte de las campanas que da a la carretera servía de frontón, no sólo para los niños sino también a los mozos. En la parte sur que da al cementerio viejo, donde están las piedras, me parecía ver las personas que tomando el sol, leyendo el periódico o cosiendo, charlaban, comentaban los acontecimientos y daban sus opiniones. En esa misma pared se apilaban un enorme montón de estrepas que los muchachos y muchachas preparábamos para hacer la gran hoguera de San Jorge la noche del 22 de abril. Oía en la parte Este, donde estaba


Calle Única, en sentido descendente.


La casa de Domingo y Paca. Solo queda en su fachada la circunferencia de un curioso letrero que había en los años 90: ¨Viva Las Ruedas¨.

Casa de Felisa y Fidel. Emigraron a Buenos Aires en los años 50. Al fondo el molino Gil.




Calle Única, en sentido descendente. Llegando a la plaza.


La plazuela vista a la inversa. Igual de hermosa se mire desde donde se mire.

Viviendas en la plazuela. A la izquierda la casa de Emilio Lafuente y Bibiana Marín, a la derecha la casa de la tía Nicanora.

La casa de Antonio Benito y Carmen. Bajando hacia el molino de la Juana.

Molino harinero de la Juana. Actualmente propiedad de Mari Paz Ochoa.

Molino Gil
**Aparece documentado en el Catastro de Ensenada del año 1751. El molino propiamente dicho es un gran edificio de tres plantas con tejado a dos vertientes. Próximo al edificio se puede ver un complicado conjunto de estancias, ya en ruinas, que son las pruebas arquitectónicas de las múltiples actividades industriales que allí se desarrollaron. En distintas épocas, la energía hidráulica se transformó no solo en molino para el cereal, sino también en aserradero de madera, en fábrica de muebles y en central hidroeléctrica para alumbrado doméstico.
El agua llegaba desde un kilómetro aguas arriba del Cidacos, ya en tierras de Soria. El río molinar es una considerable obra de ingeniería pues tiene una anchura de cerca de tres metros y su profundidad rondaría el metro y medio. De vez en cuando, aparecen aliviaderos de agua, que permitían regular el caudal del agua que era conveniente hacer llegar hasta el molino.
El cubo o depósito, es sin duda, otro exponente de la importancia del molino, donde se vertía el agua de la acequia, que tenía una doble finalidad, proporcionar la fuerza necesaria para mover el molino y la central eléctrica que se inauguró en el 1897. Para este fin existe una rampa de unos doce metros de longitud encajonada entre dos estrechas paredes construidas en mampostería de piedra, en la cual se hallaba la rueda Catalina, primera fuerza motriz de la central, ya que en 1925, quedó en desuso porque se instaló una turbina, si bien esta rampa cumplía una misión muy importante, la de evacuar el agua sobrante en la época de abundancia. Gracias al inteligente diseño de todos sus componentes, jamás sufrió una inundación pese a las tremendas crecidas de agua que han discurrido por el río Cidacos. Este desnivel o salto es uno de los mayores que se conocen en La Rioja.
La otra rampa se ha utilizado siempre, como fuerza motriz del molino que generaba 40 caballos de fuerza hasta llegar a los rodeznos alimentados por sus correspondientes botanas y canalejos. Estos rodetes o rodeznos, movían con gran ritmo y brío dos parejas de piedras de las llamadas francesas, por su origen y que se caracterizan por tener sílex incrustado en su superficie, que mejoraban la molienda y arcos perimetrales que aseguran su estructura y le proporcionaban una mayor duración. Una de estas piedras tiene un diámetro de 1,40 destinada para trigo, con una capacidad de molturación en 24 horas de 450 Qm. 4.500 Kg. La otra era destinada para piensos para los animales.
Se sabe también que en este molino existió una fábrica de muebles, donde se elaboraron camas, meses, sillas, cómodas, etc. y sobre todo cajas en madera de chopo para abastecer a las fábricas de la potente industria textil de Enciso y Munilla.
Los artífices de estas iniciativas, así como la ampliación del primitivo molino que figura en el Catastro de Ensenada fueron Vicente Martínez Sánchez y su hijo Gil Martínez Romero.
**Información de Magdalena Martínez**

El molino Gil visto desde la otra orilla del río
**La transformación que realizó Vicente Martínez Sánchez, mi abuelo, fue notoria pues se corresponde con la actualidad, se molía el cereal de todos los pueblos limítrofes; Enciso, Garranzo, El Villar de Poyales, Poyales, Navalsaz, Ambasaguas, La Escurquilla, Valdevigas, estos eran los pueblos que normalmente venían. Pero hay una época antes de que empezasen las restricciones del racionamiento, cuando se crea el Servicio Nacional del Trigo, en los años 40, por lo que se prohíbe a los molinos molturar el trigo, que la gente se apresura a moler y es un tiempo que no se paraba ni de día ni de noche, y acudían de muchos pueblos de La Rioja, hasta de Alfaro, Calahorra, Aldeanueva de Ebro y todos los pueblos del Cidacos…. Venían con carros tirados por mulos, aquello parecía una fiesta, pero la verdad que duró muy poco, hasta que salió la orden con sus restricciones. Se cobraba con la maquila que consistía en coger un celemín de grano por una fanega. El celemín de trigo, tiene aproximadamente unos 3 KG. Y la fanega de 42 a 45. Después vinieron los disgustos, las multas, las inspecciones. Era el tiempo del estraperlo, al labrador le obligaban a declarar el trigo que cosechaba, le dejaban un cupo para su alimento que tenía que llevarlo a moler a las fábricas de harinas y el resto al “Almacén” del Servicio Nacional del Trigo, este cupo era insuficiente para sus necesidades por lo que no declaraba toda su cosecha y eso era lo que se molía de extranjis en los molinos, lo que daba lugar a la persecución de que eran objeto. La Guardia Civil colaboraba con los inspectores de la Fiscalía de Tasas y del SNT. Por lo que en las carreteras inspeccionaban todas las caballerías que veían cargadas con sus sacos de cereal, si era trigo, se lo requisaban y multaban. Esta es la razón por lo cual tienen que acudir al molino por los antiguos caminos del monte, evitando esos encuentros. A veces aprovechaban la noche y más de una vez pernoctaban en el molino tumbados en sus propios sacos, tapados con las mantas que siempre se llevaba en la caballería. Si había la suficiente energía se molía seguidamente y la gente se llevaba su harina, pero si era época de verano o de sequía, había que hacer “cubadas” esperar a recoger el agua para que se llenase la acequia y moler lo que se pudiera. La gente dejaba sus talegas o costales, se les marcaba con su nombre y volvían a recogerlo. Si la sequía era muy pertinaz se acudía a la fuerza de un motor, pero esto resultaba muy gravoso pues la gasolina también estaba racionada. Fueron tiempos muy difíciles en todos los aspectos.
Respecto a la central eléctrica “Electra de Enciso”, se inaugura para dar luz a Las Ruedas y a Enciso el 20 de diciembre de 1897, según consta en una escritura, por medio de la rueda catalina como se menciona anteriormente. Más tarde, Gil Martínez Romero, amplia la central, sustituyéndola por una turbina, y es cuando proporciona alumbrado eléctrico además de los anteriormente dichos a: Munilla, Zarzosa, Larriba, San Vicente de Munilla, Valdevigas, La Escurquilla, Poyales, El Villar de Poyales y Garranzo, 11 pueblos en total diseminados entre los riscos de esa sierra, que sólo el tendido eléctrico era toda una aventura. Esa aventura fue a costa del emprendedor y tuvo que desaparecer por el excesivo gasto que originaba y su poca rentabilidad. Nunca encontró la más mínima ayuda para sustentar un servicio tan indispensable.
**Información de Magdalena Martínez**

Gran cantidad de cangrejos de excelente calidad proporcionaba el río. También barbos y truchas pero en menor cantidad.


La casa concejo. También llamada Casa del Pueblo, era la sede de la Asociación de Amigos de Las Ruedas, consta de dos plantas, en la de abajo se guardaban enseres que hacían falta para las fiestas, tablones, tableros, bidones, las andas de la Virgen, las vasijas para hacer el zurracapote, que es donde se guardaba en la fiesta y también se hacía allí el chocolate que se repartía durante la verbena de la víspera de la fiesta, la otra planta, era para reuniones, a veces se celebraba ahí alguna comida o cena de los músicos y hasta alguna exposición de fotografías. La Asociación la arregló varias veces. En tiempos antiguos hizo las veces de escuela.



Calle Única, en sentido ascendente.

Calle Única, en sentido ascendente, si hermosa es de bajada que decir de subida.

Más tarde, en los años 40-50, se construyeron mas hornos de carácter individual, cada uno tenía el suyo en su propia casa. Es el tiempo de la escasez y del racionamiento.

La casa de Domingo Ochoa vista desde la puerta del horno.

Calle Única, en sentido ascendente. Delicia de arquitectura popular. Entramado de madera con piedra y adobe.



