
Uno de los pueblos mejor conservados arquitectónicamente de la provincia de Burgos. Es un pequeño museo al aire libre con un muestrario extraordinario de viviendas con entramado de madera.
Avellanosa se encuentra en los montes de Ayago en las estribaciones de la sierra de la Demanda por su cara norte. Es uno de los pueblos que forman la comarca llamada la Riojilla burgalesa.
Aunque siempre fue pueblo independiente, al quedarse sin población pasó a ser un barrio de Eterna, que a su vez pertenece al ayuntamiento de Belorado.
Un pueblo aislado (esta en el fondo de un estrecho valle abierto por el río Relachigo), y con malas comunicaciones, en invierno se suele quedar incomunicado frecuentemente con las nevadas y para comunicarse con Eterna tienen que dar un rodeo de casi 30 km. pues el camino natural que los unía se encuentra borrado por la vegetación.
En sus mejores tiempos contó con 40 viviendas, dividido en tres barrios: barrio Encimero, barrio Bajero y barrio de la Fuente. Tenían en la ganadería su mayor fuente de riqueza con abundante ganado vacuno, teniendo la agricultura para trigo y centeno y algo de legumbres además de poseer algunas familias varios colmenares aprovechando el abundante romero y espliego que había por los montes.
La fiesta principal de Avellanosa era la de Gracias. Se hacían en septiembre, duraban tres días (27, 28, 29) en honor a San Cosme y San Damián.
"El primer día se iba a la ermita de la Santísima Trinidad. A esta fiesta acudía muchísima gente de Quintanar de Rioja, ellos no tenían ermita y siempre la hemos compartido. Ellos se encargaban de subir bebidas y dulces, se daba la particularidad de que solo venían los hombres y los niños de Quintanar.
El día 28 era el día grande. Todos de punta en blanco, con sus mejores ropas para ir a la iglesia. Se sacaba a la virgen del Rosario en procesión y en el trayecto se tiraban cohetes.
Después de la misa, fiesta en la taberna y música en la plaza con la dulzaina de Benito y el tambor de Baldomero, músicos que venían desde Fresneda de la Sierra.
Aparte de la gente de Quintanar acudían familiares y allegados de Anguta, Fresneda, Amunartia, Santurde, Eterna, etc.
POR SAN COSME Y SAN DAMIÁN
¡Hoy es fiesta!
¡Día de romería!
¡Que alboroto, que algarabía!
Después de asearnos, nos podrán “bien pinchos”
Nos vestirá mi madre con el vestido y los zapatos nuevos, y a las niñas con lazos en el pelo.
Los caballos cargados están, con las alforjas llenas de comida, nos mandan los primeros para la ermita.
Vamos alegres.
Vamos cantando.
Hoy tendremos buena comida.
Comeremos dulces, jugaremos y cantaremos a la virgen.
Por el camino de la ermita volvemos satisfechos, cantando y riendo.
Ya llegando al pueblo, las campanas de la torre, nos reciben anunciando que mañana seguirá la fiesta.
Daremos Gracias por la cosecha.
Por la mañana tendremos misa y tirarán cohetes en la procesión, tras el cura iremos portando a la virgen, el Estandarte y el Pendón.
Tendremos música. Tan sólo reinará la alegría.
Benito tocará la dulzaina y Baldomero el tambor.
Se abrirá la taberna.
Beberemos gaseosa y como extra compraremos golosinas.
Tendremos buena comida, servida en vajilla.
Tomaremos café y copa.
Al acaecer el día, cerraremos las gallinas.
A la cama nos iremos, tal vez, con algunos caramelos.
NATI SAN MARTIN.
Había otras fiestas menores durante el año como eran San Esteban, San Marcos, La Trinidad, Santiago y la Virgen de Agosto.
Se llegaban a hacer hasta ocho procesiones durante el año.
Hasta los años 60 había cura residente en el pueblo (don Vicente), cuando este murió a causa de un infarto, ya no hubo más curas viviendo en Avellanosa y a partir de entonces venían desde Redecilla del Camino, para lo cual había que ir a buscarle con un caballo.
De Redecilla también venia el médico, al cual asimismo había que ir a buscarle con una caballeria.
Andando venia el cartero desde Fresneda de la Sierra.
Había fragua en el pueblo pero no herrero, por lo que venía Fermin de Fresneda y Pedrin de Castildelgado, con el paso de los años se dejó de usar la fragua e iban a herrar a Castildelgado, en ocasiones a Ezcaray.
A Castildelgado se llevaba a moler el grano.
Para realizar las compras se desplazaban a Ezcaray y a Castildelgado, normalmente se hacían los trayectos en yeguas. Se aprovechaba para traer pescado fresco.
Por Avellanosa venían vendedores ambulantes y componedores, que vendían y arreglaban todo tipo de cacharros para la casa.
De Valgañón venia un señor a comprar lana y cera de abejas.
"Recuerdo un señor que venía a vender sobretodo ropa para el hogar; le llamaban ¨Justo Peseta¨.
El último que vino a vender, con su pequeño camión, era Celedonio, de Castildelgado. Vendía más que nada comida no perecedera. También vendía fruta y ropa. Venia una vez por semana y en verano dos. A todos, pero especialmente a los niños, nos alegraba el día cuando le oíamos tocar la bocina.
El panadero, nos dejaba el pan en Quintanar, una vez a la semana. Cada semana le tocaba bajar a un vecino y ya subía además el vino y el tabaco. Esto fue una vez que se dejó de utilizar el horno del pueblo. Antiguamente se hacia el pan cada dos semanas; cada día le tocaba a una familia, algunos días se juntaban dos familias haciendo pan, tarea que llevaba todo el día". NATI SAN MARTIN.
Muy duros eran los inviernos en Avellanosa. El frío y la nieve hacían su aparición.
"Caían siempre unas nevadas muy copiosas. De los tejados colgaban unos carámbanos (chuzos) de más de un metro de largo.
Había que hacer camino con las palas para poder salir de casa y atender a los animales, que se mantenían encerrados en las cuadras y los corrales.
Para coger agua del río había que romper el hielo con un picacho. La ropa se lavaba en casa, en calderos.
Los niños nos lo pasábamos en grande haciendo resbaladizos por la nieve, formando placas de hielo que tardaban mucho en deshelarse. Esto enfadaba mucho a las personas mayores, que amenazaban con pegarnos si nos pillaban.
Pasábamos mucho frío, siempre estábamos con los mocos colgando. Muy a menudo nos salían sabañones en los dedos de las manos y de los pies. Los niños solíamos usar zapatos de goma con borreguillo por dentro, pero a veces los zapatos se nos rompían y no teníamos la tienda al lado para poder comprar otros, así que íbamos con los pies mojados, aunque mi madre nos confeccionaba unos gruesos calcetines, y también unos buenos jerséis. Estos solían picar bastante, pues llevaban pura lana de oveja, cardada e hilada por mi madre, que se le daba de maravilla".
NATI SAN MARTIN.
Con buena nevada se celebraba casi siempre las Navidades. Fiestas donde se hacía comida especial. Además no faltaba el turrón, los polvorones, las castañas cocidas o los higos secos entre otros productos típicos de esas fechas. No faltaba el coñac y el anís en las casas y era costumbre el jugar a las cartas.
A los niños les tocaba ir a coger musgo y montar el belén en el altar de la iglesia.
Además de las Navidades había otras fiestas que eran muy esperadas por los niños:
"El Jueves de Todos (jueves anterior al domingo de Carnaval), íbamos por las casas pidiendo y las mujeres nos solían dar huevos, pan y chorizo, y también caramelos y alguna que otra peseta.
Por la tarde hacíamos una merienda en la escuela con la maestra.
En carnavales se disfrazaban los jóvenes e iban por las casas asustando a los niños. Así que yo nunca los vi, porque cuando decían que venían, echaba a correr escaleras arriba.
En Semana Santa, las mujeres iban a rezar varias veces al día a la iglesia.
El Viernes Santo, nos mandaban a los niños a tocar la matraca por el pueblo, para avisar de ir a la iglesia. Se decía si era la primera, la segunda o la tercera. El motivo era que no se podían tocar las campanas, además se les tapaba los cencerros a las vacas. Tampoco se podía cantar. Ni que decir tiene que para los niños tocar la matraca era toda una diversión. También se rezaba el Vía Crucis.
Existía en el pueblo una cofradía y el Sábado Santo repartían a todos los cofrades pan y vino.
El día del Corpus se engalanaban las calles con altares y se esparcían por el suelo flores de lavanda (cantigüeso), que el día anterior recogíamos en sacos todos los niños por el monte". NATI SAN MARTIN.
Entre las costumbres del pueblo estaba el ir de vereda. Cada cierto tiempo se convocaba a los hombres y adolescentes a través del llamamiento de la campana de la iglesia. Muy de madrugada se reunían todos en la plaza del pueblo, provistos de suficiente herramienta, para ir a limpiar los caminos por los que había que pasar con los caballos. Caminos vecinales, por los que la gente podía ir a los prados, tierras y montes, y también a otros pueblos.
La matanza tampoco podía faltar como un acontecimiento extra en el quehacer diario del pueblo.
LA MATANZA
Con anterioridad se preparan los atavíos.
Mañana, de madrugada, nos levantarán de la cama.
En la escuela tendremos fiesta,
porque estamos de matanza,
¡De matanza! Como suena.
Así lo vivo yo.
Están matando al cochino.
Empezará la función, llamando a Eugenio,
por ser el experto, en clavar el cuchillo, directo al corazón.
Se tomarán la copita de anís primero,
para empezar bien el festejo.
-Niña, se valiente y ven a tirar del rabo al cochino.
-No. Padre, no.
Que sus chillidos me asustan.
-¡Pero niña! Tendremos carne para mucho tiempo.
Podrás comerte el chumarro, las morcillas, los chorizos, el jamón y el lomo.
-¡Padre! ¡Qué bien! Pero yo iré, cuando el cochino entre los helechos ardiendo esté. NATI SAN MARTIN.
Los hombres solían ir a la taberna a beber vino y jugar a las cartas. Las mujeres después de arreglar a los animales se juntaban a hablar de sus cosas y hacer labores de costura.
Los jóvenes acostumbraban a ir a diario al Rosario para estar todos juntos: chicas y chicos. Las chicas lo llamaban el Entrenoche. Muchos de los domingos de invierno se metían en el horno y hacían baile. Siempre había alguno que sabia tocar la guitarra y el acordeón. En el buen tiempo lo hacían en la plaza. Regularmente venían mozos y mozas de otros pueblos, para ver si encontraban novio o novia, esto solía crear alguna desavenencia.
La tradición oral también estaba presente en Avellanosa y así los niños del pueblo temblaban de miedo cuando se les nombraba al Sacamantecas, a Marin que se escondía en el alto, a Galandrin que estaba por todas partes o a la misma Guardia Civil.
En los años 50 ya empezó a haber emigración, unas cuantas familias se fueron a la República Dominicana, aunque la mayoría volvieron a los pocos años.
En los años 60 es cuando se empezó a producir el éxodo migratorio hacia Logroño, Burgos, Madrid y el País Vasco principalmente. Los jóvenes ya no querían seguir llevando la misma vida que habían llevado sus padres y en cuanto tenían ocasión se iban hacia las ciudades en busca de un progreso de vida. Cuando ya estaban asentados acababan arrastrando con ellos a sus padres.
Lo que acabó de rematar a los que se quedaron fue la repoblación forestal que hizo ICONA, que acabo con los pastos, imprescindibles para el mantenimiento del ganado.
A partir de entonces el pueblo entro en un letargo, donde Juan y Eugenio se quedaron como los únicos habitantes del pueblo, aumentando la población en 1981 con la llegada de Fray Ramón, una persona que fue clave en el resurgir de Avellanosa de Rioja.
"Ramón Alexandre (fray Ramón) llegó al pueblo en el 81 y murió en el 99. Sus cenizas reposan en el cementerio de Avellanosa. Era natural de Bergüenda (Alava). Estuvo tres años en un monasterio (La Camándula) perteneciente a Haro. Iba buscando un lugar lejos del mundanal ruido, y después de buscar en algún otro pueblo, eligió quedarse en Avellanosa. El mejor acierto para todos los que de allí procedemos, pues solo podemos estar agradecidos por su generosidad y buen hacer.
Tenía amistades con personajes importantes dentro de la vida pública. Dentro de su sencillez, tenía mucho magnetismo y era muy cautivador.
Personaje peculiar, de gran carácter. Gracias a él, hoy tenemos agua corriente, teléfono y un nuevo tendido de luz eléctrica. Como el no quiso carretera seguimos sin carretera. Y creo que su decisión fue acertada, porque gracias a eso Avellanosa sigue teniendo la magia de un pueblo desconocido, inexplorado, escondido en el bosque. Y todos los que aquí llegan quedan fascinados.
También se preocupó de que la iglesia no se cayera e hizo algún arreglo por su cuenta.
Era muy buena persona, yo lo recuerdo con mucho cariño.
Fray Ramón forma y formará parte de la bonita historia de Avellanosa".
NATI SAN MARTIN.
En el año 2000 el pueblo se quedó sin población estable con la muerte de Eugenio y de Fray Ramón y con la marcha de Juan a Belorado. Aunque solo duró un año tal circunstancia porque se asentaron nuevamente en el pueblo gentes venidas de fuera que recuperaron el calor humano en Avellanosa. En la actualidad son tres los habitantes permanentes que tiene Avellanosa de Rioja, aumentando considerablemente su población en temporada veraniega. Los vecinos siguen tratando de mantener viva la memoria de Avellanosa, desarrollando y manteniendo con buen acierto las mejoras de las viviendas y siguen realizando la fiesta en agosto en la que realizan la procesión con la virgen del Rosario.
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Agradecimiento muy cordial para Nati San Martin. A través de sus recuerdos de infancia, sus poemas y la colaboración de datos aportada por su madre (Justa Monja) podemos hacer un fascinante viaje para conocer la historia de Avellanosa de Rioja. Excelente colaboradora.
Visita realizada en abril de 2009.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Foto cedida por Nati San Martin
Fray Ramón, persona clave en el renacer de Avellanosa de Rioja.



La iglesia parroquial de San Esteban.

Fachada trasera de la iglesia, con el cementerio adosado.

Foto cedida por Begoña San Martin
Pila bautismal.
Pila bautismal.

Foto cedida por Nati San Martin
Vecinos de Avellanosa delante de la puerta de la iglesia.
Hacia 1951.
Hacia 1951.

Foto cedida por Nati San Martin
Sacando a San Esteban en procesión. Año 1965. Portando las andas: Lucilo a la derecha, Juan a la izquierda e Ignacio detrás.


Foto cedida por Nati San Martin
Plaza de Avellanosa. Danzadores en las fiestas de 1946.
Plaza de Avellanosa. Danzadores en las fiestas de 1946.

Calle de la Salud.

"Yo hasta los nueve años aprendí más bien poco. Leer, escribir, la tabla de multiplicar, las cuatro reglas y algo de geografía.
Los más mayores llevaban una enciclopedia que era un compendio de todas las asignaturas.
Yo recuerdo que en primero, llevaba la cartilla, un cuaderno de dos rayas, un cuaderno de caligrafía y un cuaderno para hacer cuentas y resolver pequeños problemas. Y para escribir, una pizarra y un pizarrín y después cuando aprendías a escribir, medianamente bien, te dejaban usar el bolígrafo. A medida que ibas aprendiendo a leer, la profesora, mandaba leer en voz alta y yo era muy torpe, así que lo pasaba mal cuando me tocaba.
Cuando la maestra castigaba, era de cara a la pared, con los brazos en cruz, de rodillas y de vez en cuando pegaba con la regla. Quiero recordar que no eran demasiado severas.
Por las mañanas al entrar a clase, pasaba revista y si alguno le parecía que no se había lavado la cara, le mandaba a lavarse al río.
A las doce, rezábamos el Ángelus y salíamos al recreo y, nos gustaba jugar, sobre todo a pillar. Lo llamábamos: el Pilladito, y al Esconderite. Pero... nuestra madre nos tenía mandado que a la hora del recreo teníamos que ir a casa a echar la patata al puchero, para que se cocieran con las alubias que ya llevaban tiempo arrimadas al fuego, y así estarían listas para la hora de comer, que era sobre las dos. Por cierto, aunque había un reloj en la torre, que el bueno de Eugenio, se encargaba de darle cuerda todos los días, nos solíamos guiar por el Sol. Mis padres nos decían la hora que era, según por donde iban las sombras.
Recuerdo que algún invierno, el gobierno repartía leche en polvo en las escuelas, supongo yo, que era, para que todos los niños de España tomaran leche, aunque nosotros teníamos leche en abundancia, este acontecimiento lo vivimos con alegría, pues nos mandaban llevar de casa un tanque (que era un vaso con asa de lata, bañado de porcelana) con azúcar o Cola Cao. Ponían una olla grande de agua a calentar en la estufa y nos tomábamos la leche, tan contentos".
NATI SAN MARTIN.
La planta de arriba era la vivienda de la maestra, aunque prácticamente ninguna la usaba, solían ser chicas jóvenes recién terminada la carrera y preferían estar de patrona en alguna casa para no estar solas.
"María Isabel de Pablo es la maestra de la que tengo un grato y cariñoso recuerdo. Con ella empecé primero y con ella hice la primera comunión, me regaló unos lápices de colores y unos calcetines blancos".
NATI SAN MARTIN.
La escuela se cerró en el año 1970, pero aún quedaban algunos niños en edad escolar. El nuevo destino escolar fue nada menos que a Villadiego, a más de 100 km. de distancia:
TOMANDO LAS DE VILLADIEGO
Verano de 1970.
A mi casa ha llegado una carta del Estado.
Educación y Ciencia ordena: que, el próximo curso, sus hijos deberán ser escolarizados en la escuela hogar de Villadiego.
La escuela del pueblo se cierra por falta de clientela.
A cada uno le hará la maleta con la lista completa.
A cada uno le pondrá enseres de aseo y ropa nueva. Ropa para diario y el uniforme para el paseo del domingo.
Todo debe ir bien marcado, desde los calcetines hasta el gorro; con el nombre, el apellido y el número.
A mí me toca el 28.
Es octubre y hacia el camino de Castildelgado vamos con la yegua y las maletas.
Vamos a lo desconocido.
Vamos entusiasmados, vamos con miedo.
En Castildelgado se queda la yegua; tardaremos en verla.
A Burgos vamos en autobús, donde nos esperan otros niños de otros pueblos.
Adiós decimos a mi madre, porque nos mandan con las maletas en autobús para Villadiego.
En Villadiego nos recibe una señora muy seria que da órdenes.
-¡Niños! Formen en fila. ¡Los niños para un lado, las niñas para otro!
Nos han engañado, esto no es un hogar, esto es un cuartel.
-¡Formen fila!, ¡guarden silencio!
Nos ordenan que vayamos a la ducha para desparasitarnos. Para mí, ¡que vergüenza!, yo que siempre me había lavado en el río o en el caldero.
Nos mandan a la peluquería a cortarnos el pelo, niños y niñas, todos por igual.
El domingo ha llegado, un abrigo azul marino nos dan que huele a alcanfor que tira para atrás.
A la escuela pública vamos a aprender. A mí me toca 4º curso que aprobaré, no sé cómo, porque no me acuerdo.
NATI SAN MARTIN.

Foto cedida por Nati San Martin
Alumnos y maestra de Avellanosa en la puerta de la iglesia.
Hacia 1965.
Hacia 1965.

Foto cedida por Nati San Martin
Para 1969 solo quedaban cuatro niños en el pueblo: por un lado los hermanos Pedro y Carlos y por otro, las hermanas Begoña y Natividad San Martin.

Calle de la Paz. Extraordinaria belleza.



Foto cedida por Begoña San Martin
La casa de la Justa. Ella y su marido (Lucilo) se marcharon en 1985 a Logroño donde pasaban los inviernos, retornando durante el verano a Avellanosa.
LA JUSTA DE AVELLANOSA
Carta para mi madre.
Fuiste una niña precoz. Precoz en quedarte sin madre. Tenías tan solo nueve años. Una niña de nueve años para aprender la lección más dura de toda tu vida: ver morir a tu madre. Vivías cómodamente, no pasaste necesidades y te quedaste sin lo más importante: tu madre.
Siempre lo recordarías como lo peor de tu vida. Te llevaron, durante un tiempo, con una tía que te trató como a su propia hija y, por lo que le estuviste toda la vida agradecida.
Aunque no eras de Avellanosa, y así lo hiciste saber durante toda tu vida, amabas a Avellanosa más que a cualquier rincón de toda la Tierra. Por eso eres... La Justa de Avellanosa. Querida en todo sus contornos.
Volviste para hacerte cargo de tu padre (que sí era de Avellanosa) y de tu hermano más pequeño, con ellos también vivía tu abuelo: tres hombres en una casa y una niña.
Te pusiste al frente, como una Juana de Arco, para traer el sustento diario a casa: que no faltara pan, tabaco y vino. Porque, cuántas veces nos contarías, que siendo una niña, día tras día, antes de la clara del día cogías la yegua cargada de leña por el camino abajo para venderla de puerta en puerta por dos pesetas, si llevabas dos yeguas, eran cuatro pesetas, y ese día, a lo mejor, hasta podías guardar alguna para ahorrar, para cubrir mayores necesidades. Salías por la mañana y volvías por la tarde-noche y lo que era peor es que al día siguiente, lloviera o hiciera sol, te esperaba la carga de leña para salir a venderla de pueblo en pueblo, sin salario, sin aliento, sin una caricia y sin un te quiero.
Así, desde niña, ya te conocieron como, La Justa de Avellanosa.
No querías que te tomaran por tonta, y ya de mayor, volviste a la escuela para aprender bien las letras y las cuentas.
Tenías bravura, tenías arrestos, tenías valentía, y todo, para que a los de tu casa no les faltara el pan, el tabaco y el vino, y tú, pobre niña, siempre la última. Pero nunca te erigiste como víctima. Era lo que te había tocado y lucharías hasta la extenuación para llevar a tu casa y a tu familia a buen puerto. Serías siempre la capitana de tu nave. Una nave que cada vez sería más grande. Te casarías con un buen hombre, pero enfermo, así que su ayuda se quedó mermada y, para colmo, tuvisteis una prole: seis hijos casi seguidos. Uno que llora, otro que se caga y otro que se mea, uno que pide que le des de comer y otro que no quiere comerse lo que le das y el otro... todo a la vez.
–¿Cómo poner orden en esta contienda? –Te preguntabas. Tenías tanta responsabilidad: campos por arar, abonar, sembrar, quitar malas hierbas, o segar.
Las vacas en la cuadra, las ovejas y cabras en el corral, los cochinos en el corte, la yegua sin sacarla a beber agua y mirar si las gallinas ponen huevos para poner de cenar, y sin un solo día para descansar.
– ¿De dónde saco yo tiempo para dedicarle a mis hijos y darles mimos y cariño, si tengo que tejerles los jerséis y los calcetines, remendar los pantalones y las camisas y llevar el balde de ropa sucia al río para lavar. Hornear el pan, ordeñar a las cabras para darles de desayunar, lavarles a todos la cara y hacerles a las niñas las trenzas para que vayan puntuales a la escuela?
–Esta será mi determinación: seré la sargento con la vardusca en la mano. Todos tendrán que arrimar el hombro, desde el más grande al más pequeño.
–Tú, por ser la mayor, levantarás de la cama a los pequeños, les peinarás y les lavarás la cara mientras tu padre enciende el fuego y pone el puchero. Después, antes de ir a la escuela: dos que ordeñen a las cabras, uno a sacar las vacas, otro las ovejas y cabras, otro que eche de comer a los cerdos, y... haz las camas, barre y friega. Yo iré a cavar la tierra y para cuando vuelva que estén las sopas hechas, porque si no haré sonar la vardusca.
Brío no te faltaba. Tenías la fuerza y aguante de dos hombres. Igual bordabas como ayudabas a parir a las bestias. Hacías el pan, las tortas de manteca, las rosquillas, el queso, las morcillas, el dulce de manzana, todo tan exquisito. No se te ponía nada por delante: segabas, arabas, cavabas, hacías rigueras para regar bien tus prados, curabas a los animales, hacías las puntillas más bonitas. Cortabas el pelo, ibas a la compra, ponías inyecciones, limpiabas las cuadras, ibas a las ferias a tratar con los tratantes de igual a igual. Lavabas la ropa, que la dejabas blanca, blanquísima. Hacías zurcidos que aguantaban tanto o más que nuevos. Deshacías los colchones, los lavabas y los volvías a montar con destreza.
Tenías un genio endiablado que ponía en marcha a todo el que estaba a tu lado. Ese genio no te dejaba parar. Ese genio te acompañó toda tu vida. “Genio y figura hasta la sepultura”.
Si no hubieras tenido ese genio, no habrías sido La Justa. Ese genio fue tu baluarte para enfrentarte a tu dura vida. Una vida, desde niña, sin madre.
Esta carta no te la puedo mandar, madre, pero te la daré cuando en el cielo nos volvamos a ver.
NATI SAN MARTIN.



La casa del ¨seño¨ Vicente.


Puente sobre el rio Relachigo y casa de la ¨seña¨ Estéfana¨.

Foto cedida por Nati San Martin
Lucilo San Martin, trillando en la era. Hacia 1965.
LA TRILLA
Ha llegado Agosto para la trilla.
Atrás queda la hierba con toda su retahíla.
Segaremos el centeno, la avena, la cebada y el trigo.
Con el trigo, haremos un pan bien rico.
Se prepara la era.
Se extiende la parva.
Se saca la veldadora,
maquinaria muy necesaria.
Mi madre, de la paja del centeno, mascones haciendo está,
para el año que viene para la remesa.
El trillo enganchado está, a la Rojilla y a la Romera.
La Rojilla por dentro, la Romera por fuera.
Mi padre se monta en el trillo,
firme, seguro, tranquilo.
Da la orden.
¡Vamos Rojilla! A romper la paja para que el grano se suelte,
y la tralla no suene.
Los chiquillos, entre trabajo y diversión,
corren, corren detrás del trillo,
darle alcance no pueden,
pues las yeguas veloces corren.
Mi padre de la mano nos coge.
¡Vamos, corre, sube al trillo,
que es muy divertido!
Divertido el trillo es,
como montarse en un carrusel.
Las yeguas ya descansan.
Mañana volverán a la batalla.
Ya se pone en marcha la maquinaria,
por un lado sale el grano por otro la paja.
La paja recogeremos.
El grano en sacos al alto lo subiremos.
La era barreremos.
A las gallinas las sobras les daremos.
Picotean, picotean sin parar.
Y, para cenar una buena tortilla, podremos preparar.
NATI SAN MARTIN.

La fuente vieja.

Foto cedida por Begoña San Martin
La ermita de la Trinidad, también llamada del Padre Eterno.