
Catorce viviendas componían Matillas la Vieja.
Tuvieron luz antes de la guerra por medio de una línea que venía desde la fabrica Aldana en Mandayona.
Finalizada la contienda dejó de haber fluido eléctrico y se tuvieron que servir de los candiles de aceite y de carburo como fuentes de iluminación, así como de las linternas para ir a los corrales.
Para el consumo de agua tenían una fuente por debajo del pueblo (El Bacho) a diez minutos, allí también estaba el lavadero.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de cereal principalmente (trigo, cebada y centeno principalmente).
Por el mes de junio llegaban cuadrillas de segadores provenientes de Ciudad Real para trabajar en la siega en las fincas donde se les contratase.
Iban a moler el grano a los molinos de Edancho en término de Matillas justo donde el río Dulce desemboca en el Henares.
En tiempos del estraperlo y del racionamiento iban de noche a moler al molino de Huermeces del Cerro.
"Mi madre me mandaba con los sacos cargados en la mula al molino de Edancho. El animal se sabía el camino. Mientras el molinero hacía su trabajo yo esperaba allí y me gustaba acercarme a la cercana ermita de Santa Lucía y ver su interior por una ventanita. Cuando ya estaba todo molido vuelta para el pueblo con la mula". MARGARITA CAÑAMARES.
La ganadería quedaba en un segundo plano. Solo dos casas mantenían rebaños de ovejas.
Leña de carrasca y roble era lo que sacaban del arbolado que había en el monte para poder calentar la lumbre de los hogares y así combatir los fríos días invernales.
Varios de sus vecinos trabajaban en la citada fábrica de cemento lo que suponía un buen aporte para la economía familiar.
Celebraban sus fiestas patronales el 8 de diciembre para la Purísima (Inmaculada Concepción).
Misa, procesión y al finalizar se hacia el subastado de los maneros para el año siguiente (llevar las andas de la virgen).
El baile por la tarde-noche se realizaba en un amplio pajar bien acondicionado para la ocasión amenizado por los músicos de Jadraque con batería, saxofón y acordeón.
Acudía la juventud de Bujalaro, Cendejas de la Torre, La Estación, Villaseca, Castejón...
"En mitad del baile no faltaban las clásicas bromas de algún mozo de apagar los candiles, se quedaba todo el recinto a oscuras y se formaba un buen alboroto". MARGARITA CAÑAMARES.
Tenían otra fiesta para San Antonio el 13 de junio, día elegido además para celebrar las primeras comuniones en el pueblo.
Otra fecha muy señalada era el Jueves Lardero (jueves anterior al miércoles de Ceniza), en el que la gente joven acostumbraba a ir pasar el día al monte.
"Ese día no teníamos escuela, nos íbamos todos los niños y niñas con nuestras madres a pasar el día al monte. Comíamos unas exquisitas tortillas con chorizo y luego nos entreteníamos jugando a cualquier cosa". MARGARITA CAÑAMARES.
"El jueves lardero íbamos hasta el Pico Villaseca, a mitad de subida había una explanada junto a un corral y allí comíamos, luego jugábamos al esconderite y otros juegos por el campo". PEDRO CAÑAMARES.
En junio para San Juan era costumbre hacer una gran hoguera cerca de la iglesia.
"Íbamos por todas las cámaras de las casas requisando cosas viejas que valieran para arder en la hoguera. Los de la Estación veían el fuego desde abajo, allí no había costumbre de hacerlo". MARGARITA CAÑAMARES.
Muy concurrida era también la matanza con gran presencia de familiares y donde al día siguiente había costumbre de comer unas suculentas migas.
El día de Todos los Santos no faltaba tampoco el chocolate con churros.
Don Epifanio y don Arsenio fueron los últimos sacerdotes que subieron a oficiar misa en la parroquial de Matillas. Mientras que el primero venía desde Cendejas de la Torre, don Arsenio lo hacia desde La Estación.
Don Eladio era el médico que subía desde la Estación, mientras que el veterinario venia desde Castejón de Henares.
El cartero subía desde La Estación andando, primero Salustiano y luego Justino realizaron dicho trabajo.
Normalmente los vecinos acudían a Jadraque los lunes que era día de mercado a realizar compras o bien a Mandayona que también era pueblo importante y había farmacia.
"Mi madre se íba andando (una hora y medía) de mañana bien temprano a comprar a Jadraque y para cuando salíamos nosotros de la escuela ya estaba ella de vuelta en el pueblo". MARGARITA CAÑAMARES".
El pescadero de Jadraque solía subir a Matillas montado en una bicicleta vendiendo sardinas y bacalao.
La vida transcurría apaciblemente en Matillas, la juventud bajaba los domingos a la Estación donde había cine y baile.
"Íbamos a las fiestas de Argecilla con la bicicleta, en lo alto del monte donde está la divisoria de términos de los dos pueblos dejábamos las bicis y bajábamos andando hasta Argecilla". PEDRO CAÑAMARES.
"A lo mejor íbamos a las fiestas de Bujalaro y volvíamos a las cuatro de la mañana". MARGARITA CAÑAMARES".
"Con cualquier cosa nos entreteníamos: nos poníamos a desenvainar judías para algún vecino sentados en un lateral de la iglesia y a cambio nos daban un par de manzanas a cada niño, otras veces nos íbamos a hacer compañía al tío Eugenio que vivía solo y le ayudábamos en alguna tarea de la casa, o bien nos sentábamos con nuestras madres a aprender a coser. El cura cuando subía los domingos nos hacía unos columpios y jugábamos con él, era todo de una sencillez tremenda visto a los ojos de hoy día pero a nosotros nos complacía mucho". MARGARITA CAÑAMARES.
El pueblo a pesar de todo se fue apagando poco a poco porque la gente se fue bajando para el barrio de la Estación donde había trabajo en la cementera y donde había más comodidades e infraestructuras.
El matrimonio formado por Valeriano Cañamares (natural de Santamera) y su mujer Esperanza, con los dos hijos Margarita y Pedro fueron los últimos de Matillas.
Cerraron la puerta de su casa en el año 1965.
"En el año 64 nos habíamos quedado solos en el pueblo, así estuvimos un año, hasta que mis padres decidieron también bajarse para la Estación pues allí ya no subía nadie, mi padre estaba a turnos en la fábrica de cemento y nosotros teníamos que bajar todos los días a la escuela". PEDRO CAÑAMARES.
"Mi padre se adaptó mejor al cambio pero mi madre lo llevó peor".
MARGARITA CAÑAMARES.
Así se acabó para siempre la vida en Matillas después de siglos de existencia, cediendo su nombre al lugar que habían visto nacer y crecer desde su posición dominante.
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Agradecimiento para los hermanos Cañamares (Margarita y Pedro), pertenecientes a la última familia que habitó en el pueblo y del que aun cuando marcharon siendo niños guardan un gran recuerdo del sitio que les vio nacer.
Visitas realizadas en marzo de 2011 y febrero de 2020.
Punto y aparte. Vuelvo a visitar este pueblo viejo de Matillas nueve años después. Quiero ver si las inclemencias meteorológicas y el olvido han hecho mella en el camino hacia la ruina al que sin remisión se dirige este pueblo. Todo sigue igual. Los edificios no han notado una merma considerable simplemente porque ya estaban en muy mal estado. Es un caserío derrotado al paso del tiempo. Solo la iglesia se mantiene airosa entre la ruina generalizada.
Enfilo el camino de buena mañana que me llevara en un corto paseo hasta los muros de esta población alcarreña. No entro por el camino más corto sino que sigo caminando más como si fuera hacia Argecilla y una vez que sobrepaso el otero donde esta subido el pueblo sale un corto ramal que me llevará hasta el pueblo por su parte de atrás.
Nada más llegar y debido a que el pueblo esta en un alto el viento se hace notar y mucho. Sopla y ademas con frío. El sol preside tímidamente el cielo pero en pocos minutos desaparecerá y ya no volverá a salir. Incluso la lluvia de manera tenue hará acto de aparición. La vista panorámica desde aquí es bonita porque se ven los dos Matillas, el viejo y el nuevo. Pero también es una visión triste. La agonía del pueblo es bien patente.
Llego hasta lo que un día fue la plaza mayor. Antaño con mucha vida social y hoy marchita y apagada. El airoso edificio del ayuntamiento pone la nota de distinción. Su altura le hace sobresalir entre todas las construcciones adyacentes. La fragua sin tejado y sin nada identificativo en su interior. La escuela completa el trío de edificios comunales por este lado. Sigue la fachada en pie pero el "reuma" la esta haciendo mella. Cada vez sus muros van siendo mas raquíticos. Imposible entrar a su interior.
Me voy por la otra parte del pueblo, más viviendas en estado de ruina total van saliendo al paso hasta que llego hasta la explanada donde se sitúa la iglesia. Sigue igual, bonita y en relativo buen estado en su aspecto exterior pero el campanario sigue con la misma inclinación hacia un lado. De momento ni el viento, ni la lluvia ni la nieve la ha hecho doblegarse, en unos años veremos. Entro al interior del templo. Todo sigue igual. Vigas, piedras y tejas forman parte de su interior. La mesa del altar mayor sigue impertérrita en su ubicación de cabecera. Salgo de nuevo al exterior. El viento sigue soplando con fuerza y el frío sigue presente. El silencio se rompe cada cierto tiempo por el paso de los trenes de mercancías que pasan a toda velocidad por la vía férrea que hay un kilómetro mas abajo de donde estoy.
Por detrás de la iglesia queda en un costado el cementerio, la vegetación se ha hecho dueña de su interior. Los almendros en flor ponen la nota colorida en el paisaje. Abajo el nuevo Matillas, el antiguo barrio de la Estación. La chimenea de la fabrica se lleva todo el protagonismo. Los trenes ya no paran, la fabrica ya no funciona. El esplendor del nuevo Matillas también es cosa del pasado. Me adentro otra vez en el trazado urbano, bajo hacia donde estaban situadas las bodegas subterráneas. Abiertas a todo aquel curioso que quiera penetrar en las profundidades de la tierra. Entro a una de ellas, nada en su interior salvo observar el laborioso trabajo que tuvieron las gentes para horadar el suelo y dar forma a estas pintorescas construcciones.
Desde aquí otra nueva visión del pueblo por encima de los floreados almendros. Subo otra vez para arriba y llego hasta la escuela. Bonita tuvo que ser cuando estuviera en buen estado. Ahora ya solo queda admirar su triste belleza en su estado de agonía.
La visita a Matillas va tocando a su fin. El viento sigue soplando con fuerza, el frío sigue presente y las nubes han empezado a soltar agua. Ambiente invernal para dar un tono mayor de tristeza y melancolía. Me gustan estos días grises vara visitar despoblados. La belleza de las ruinas se ve acompañada de la opacidad de estos días oscuros y con poca luminosidad en el cielo.
No se cuando volveré a visitar este lugar ni como me lo encontrare en la próxima visita. Peor seguramente, aunque es difícil mas deterioro. Me ha gustado este pueblo viejo de Matillas en las dos visitas a pesar de su estado. Pero como siempre digo las ruinas son muy hermosas según los ojos con los que se las mire. Los míos las ven muy tristes pero también muy bonitas.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN


Los dos Matillas, viejo y nuevo.

Muladar y vista panorámica del pueblo.


Plaza mayor de Matillas.



La casa de la tía Vitorina en un lateral de la plaza.


Escuela e iglesia

Alrededor de una docena de niños asistían a clase en los años 50.
Doña Begoña fue la última maestra que impartió enseñanza en esta escuela.
Subía todos los días andando desde el barrio de La Estación donde vivía.
Al cerrarse esta escuela dio clases en la escuela de La Estación donde también ejercía su marido como maestro.

Vivienda e iglesia.





"Se llevaron un cuadro de la virgen y unos jarrones cilíndricos muy llamativos para colocar flores". MARGARITA CAÑAMARES.

Interior de la iglesia. Coro al fondo.


Vivienda. Por lo general eran de una planta mas cámara.



Foto cedida por Matillas.org
La fuente de Matillas, situada a quince minutos del pueblo.
Construida junto al arroyo de La Parra.
Tenía dos caños, anexo a ella estaba el lavadero.
A día de hoy la vegetación ha "engullido" todo el recinto.

Foto cedida por Matillas.org
Inscripición en el frontal de la fuente:
1915
Siendo Alcalde
Pedro Nova
1915
Siendo Alcalde
Pedro Nova